Aspersores industriales riegan las tierras del Pijo. Lentamente, pero sin cesar. En la ciudad, los focos de media península se dirigen a las piruetas que hacen los políticos murcianos. Es el circo de Frutilandia, nombre dado un día a la autonomía.

Las tierras del Pijo murcianas engloban también a Alicante, Albacete y Almería. Cortadas por lo sano en su momento por algún reino de Castilla. Y esto le dio “pesambre”, mal humor, a más de uno.

Pero viendo lo que ocurre últimamente, el reino de las tierras del Pijo puede volver a pedir sus derechos. Si Murcia llega a pedir la independencia, ríete tú del asunto catalán. A ver quién sobrevive sin la huerta murciana. Sin las peras de Jumilla, los melocotones, limones y sandías dulces. Esto es impensable. Pero el Gobierno murciano podría seguir vendiendo sus pepinos en Alemania, Suecia, Inglaterra o Singapur... Puede ser la debacle. El fin del mundo, como lo habíamos conocido hasta ahora. Sin uvas de mesa no hay paraíso. Sin tomates, tampoco. O al menos no hay ensalada. Inviable... No solo de soja vive el ser humano.

El nacionalismo murciano se ha basado hasta ahora en la lucha por el agua. Trasvases entre el Tajo y el Segura. Nada es tan trivial puesto que el actual monarca de España tiene además el título de rey de Murcia.

Pero también hay fisuras en la tierra del Pijo. Existe la disidencia. Y la disidencia se llama Cartagena. Con su propia historia. Cartagena no se siente murciana. Allí no crecen los pepinos. Nada que ver. Es la grieta por la que se parte toda posibilidad de nacionalismo murciano. Como dirían en Murcia, todo se vuelve una “ chuminá”.