De los resultados de las elecciones catalanas se podrán extraer conclusiones relacionadas con la idoneidad de algunos candidatos o con la eficacia de determinadas estrategias, pero todas ellas, como sabemos, girarán alrededor de un mismo tema: si se ha impuesto el bloque independentista o el bloque constitucionalista. Esta es la lectura que se hará de los comicios una vez concluya el escrutinio y se efectúe el correspondiente reparto de los escaños. A quien desconozca la realidad política de Cataluña podría parecerle extraño que los ciudadanos de esta comunidad autónoma vayan a votar hoy, en plena pandemia, con el modelo territorial en la cabeza, teniendo la oportunidad de evaluar otros asuntos más urgentes. Más extraño le parecería incluso que algunas encuestas dieran como ganador a un Ministro de Sanidad cuya recompensa por su papel en el cargo consistió en apartarlo de este antes de que terminara la crisis que le habían encomendado gestionar.

Estas y otras singularidades deben interpretarse a la luz de unos acontecimientos –el referéndum del 1 de octubre, la declaración unilateral de independencia, la aplicación del artículo 155 y el encarcelamiento y huida de miembros del Gobierno autonómico– que, según cuenta el profesor David Jiménez Torres en 2017: La crisis que cambió España, dejaron al país en un estado de shock, pues las instituciones se enfrentaron aquel año a un extraordinario desafío, comparable al del 23-F, pero con la diferencia de que en esta ocasión, a diferencia de 1981, el sistema constitucional se daba por consolidado. Desde entonces los españoles (no solo los catalanes) están padeciendo las consecuencias de esa “onda expansiva”. Jiménez argumenta que en 2017 colapsa lo que él denomina la Premisa, la idea de que el sistema autonómico servía como herramienta suficiente para integrar a los nacionalismos subestatales (vasco, catalán y gallego), un “rasgo central de la nueva etapa democrática” que se perpetuaría gracias al optimismo del “fin de la Historia”, la célebre teoría del politólogo Francis Fukuyama según la cual, una vez acabada la Guerra fría y desaparecida la Unión Soviética, la democracia liberal acabaría imponiéndose inexorablemente a todos los sistemas neutralizando también a los movimientos nacionalistas que amenazaran con presentar conflictos.

El autor aborda la crisis del procés a través de la cultura política. Este enfoque resulta particularmente interesante porque nos permite observar (siguiendo las definiciones de Serge Berstein y Jean-François Sirinelli empleadas por el autor en distintas ocasiones) unos determinados climas de opinión y cambios ideológicos que se producen en la sociedad como consecuencia de la actuación (y poder hegemónico) de algunos partidos. Jiménez, que confiesa haber vivido la crisis desde un posicionamiento constitucionalista, demuestra en su libro que los nacionalistas interpretaron el sistema autonómico como un proceso abierto, una suerte de work in progress, mientras que los constitucionalistas lo asumieron como un proceso irreversible cuyos mecanismos internos corregirían una deriva secesionista a través de una ampliación de las cuotas de autogobierno.

En 2017: La crisis que cambió España, los lectores hallarán interesantes reflexiones sobre las posibles causas del auge del independentismo en relación con la historia de CiU (“mucho más importantes parecen haber sido la crisis económica y social, el auge de corrientes antisistema y la reacción ante aquel escenario del principal partido nacionalista”), o con el supuesto agravio causado por la sentencia del Estatut (“no hay nada especialmente novedoso o grave en que un tribunal constitucional, en un Estado de derecho, enmienda o corrija a una administración por aprobar una norma que no se ajusta al marco vigente”), así como sobre la cobertura de la crisis por parte de los medios extranjeros (“hubo un exceso de pereza intelectual, de receptividad a narrativas más épicas que veraces, de ignorancia de los condicionantes políticos y legales de la situación sobre la que se estaba informando, y de puro y sencillo mal periodismo”). Esta no es una historia más sobre el procés, sino un ensayo, cargado de rigor y lucidez, sobre el significado que puede tener el procés en la historia de la democracia española. El votante también acude a las urnas en 2021 pensando en 2017.