La ciudad ha recuperado la memoria de uno de sus personajes ilustres. Andaba perdido en las notas a pie de página de los libros de historia y en alguna cita culta. Se llama Gregorio Servido y fue prior de la iglesia de Santa María, la actual basílica de Vigo.

Su mérito radica en que es el autor de las crónicas que relatan el brutal asalto del corsario Drake a Vigo a finales de junio de 1589, y la terrible pandemia que asoló la villa en octubre de ese año, que solo dejó 22 casas ocupadas, porque el resto de los pobladores murieron o huyeron despavoridos a los pueblos y aldeas de la periferia.

La reviviscencia de Gregorio Servido se debe a la publicación de una historia novelada, de la que es autor el profesor Antonio Giráldez. Es su primera incursión en el mundo de la narrativa, ya que hasta ahora no se había movido de su ámbito profesional, la historia, en la que tiene varios títulos de éxito.

Su novela, “El secreto del reclinatorio del prior”, publicada por Editorial Elvira, arranca con la aparición de un documento, oculto en un escondite secreto del reclinatorio de Gregorio Servido, que describe los acontecimientos de aquel año horrendo para los vigueses.

Es evidente que los acontecimientos de que da cuenta el prior en los libros parroquiales también serían conocidos de los historiadores por otras fuentes, ya que trascienden lo local, incluso lo nacional.

Se trata de una operación de guerra en la que interviene un personaje tan importante como Francis Drake, que llegó a la ría con 213 naves, después de haber intentado imponer un nuevo rey en Portugal, donde reinaba Felipe II. Al fracasar en la operación, Sir Drake, o el pirata Drake para los españoles, se vengó asaltando Vigo.

Pero la visión meticulosa y viguesa que proporciona el prior de Santa María, tanto del paso de Drake, de cuyos desmanes también informó al rey Felipe II en otro documento, y de la desoladora peste que siguió al asalto inglés, no existiría sin sus escritos en los libros parroquiales.

De Gregorio Servido podría decirse con justicia que fue el primer cronista de Vigo, porque le cabe la honra de haber relatado unos acontecimientos que marcaron a la población. Merece el mismo tratamiento que se le aplicó al primer historiador de la ciudad, Nicolás Taboada Leal, a quien durante muchas décadas se le consideró sin serlo cronista oficial. El título se lo otorgó, erróneamente, José María Álvarez Blázquez, y tuvo muchos seguidores que lo repitieron. En realidad, se lo había ganado.

Pero el primer cronista oficial de la ciudad fue su hijo, el poeta Nicolás Taboada Fernández, que recibió el nombramiento de “cronista de Vigo”, en la sesión del Ayuntamiento, de 4 de julio de 1890.

Aunque carezcan del nombramiento municipal, tanto su padre como el prior Servido pueden considerarse cronistas de Vigo.

Estos servicios a la historia de Vigo convierten a Gregorio Servido en otro nombre poco conocido del gran público que entra en el simbólico panteón de vigueses ilustres, como le ocurrió a Gonzalo de Vigo, el marinero que dio la vuelta al mundo con la expedición de Magallanes, o anteriormente Martín Códax, que fue exhumado con sus cantigas sepultadas en la Biblioteca Vaticana, en el último tercio del siglo XIX. Regresó a la ciudad cuando hace un siglo otro cronista oficial, Avelino Rodríguez Elías, siendo concejal logró que pusieran su nombre a una calle.

En conclusión, la desmemoria de esos personajes no era voluntaria ni intencionada. El rescate de Gregorio Servido para el conocimiento de los vigueses, como el de sus antecesores, es una prueba más de que la ciudad sabe resarcir, cuando es preciso, la memoria de sus ilustres y colocarlos en el lugar que les corresponde por sus méritos. Ya no los volverá a olvidar.