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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El nivel

Parece probable que el último pacto entre el Gobierno central y las autonomías -a partir del acuerdo con la de Madrid- sea el menos malo de cara al actual estado de cosas en materia sanitaria. Porque prevé circunstancias para que a partir de ahora puedan ir resolviéndose, al menos las peores, en la línea adecuada. Pero no debiera perderse de vista algo que, siquiera desde una opinión personal, tendrá incidencia, y grave, en el nivel de la enseñanza recibida y por tanto, a medio y largo plazo, en el nivel de competitividad de los profesionales españoles cuando lo sean.

El hecho de que se definan las propuestas y las decisiones con términos "moldeables" -selectividad más flexible, exigencia ponderada, calificaciones adecuadas a las circunstancias-, no desvía la atención de hechos ya ocurridos y que podrían significar ciertos daños colaterales. Y más aún con lo que ha dicho la ministra Celáa acerca de criterios amplios para cambiar de curso con suspensos. Porque, según como se apliquen, afectará a los niveles de preparación y, sin duda, al concepto del esfuerzo necesario para superar dificultades. Incluyendo la del virus.

En este punto es de obligada puntualización que lo expuesto no presupone deficiencias de parte del profesorado ni desidia entre los estudiantes: solo dudas acerca de que los horarios, la forma de cumplirlos y, por supuesto, el tiempo no presencial constituyan trabas para que cada alumno vea satisfechas sus necesidades. Sin contar con que el esfuerzo de los gobiernos para proporcionar recursos humanos y materiales puede ser insuficiente. Aunque, en definitiva, lo exigible ahora es que se haga todo cuanto se pueda porque, dijo el clásico, a veces "lo mejor es enemigo de lo bueno".

Sin embargo ese pragmatismo, que debe presidir las decisiones que vayan siendo necesarias, no evita la preocupación por el citado nivel indispensable para cuando llegue la hora. La salud es lo primero, pero no se fortalece con un exceso de facilidades, sino con una adecuada programación que no deje lagunas imposibles de superar después. Y aunque quizá no resulte popular solicitar del mundo escolar en su conjunto un esfuerzo proporcional al que han hecho durante todos estos meses muchos sectores estratégicos, hay que plantearlo. Porque la educación también lo es.

Desde luego, y echando mano de aquellas frases catequísticas antaño tan descriptivas, doctores tiene la enseñanza española que sabrán responder a los desafíos que se dejan expuestos y a otros muchos que se presentarán. Pero, aun así, no molestará -probablemente- una reflexión. En tiempos de globalidad como estos, es más difícil relativizar lo bueno y lo malo de las situaciones y sus efectos en cada país, no solo en lo que toca a la economía respectiva, sino a muchos otros aspectos. Entre ellos este del nivel de conocimientos adecuado para afrontar el mañana de aquellos que hoy padecen las dificultades existentes.

¿O no...?

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