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Greta

El síndrome de Asperger, muy de moda actualmente pero de validez nosológica dudosa, se relaciona con el autismo en su vertiente del modo de relacionarse y vincularse con los demás. Se caracteriza principalmente por tener un repertorio de conducta restringido, estereotipado y repetitivo de actividades e intereses. Digamos que el sujeto se interesa de manera intensa, monográfica y obsesiva por algo concreto y hace de ello el leitmotiv de su vida.

Es un trastorno del desarrollo psicológico y la tendencia es que las anomalías persistan en la adolescencia y en la vida adulta.

Relata la madre de Greta (El País, 1.12.2019) que en una ocasión, su clase vio un documental de contaminación en los océanos. Mientras lo veían todos se conmovieron mucho, pero así como todos sus compañeros, al acabar, cogieron sus mochilas y se embarcaron de nuevo en su vida adolescente positiva, optimista y disfrutona, Greta seguía llorando.

La madre nos fustiga diciendo que no vemos al Emperador desnudo, que sólo Greta, como el niño del cuento de Andersen, lo ve.

Tampoco es eso...

La realidad hay que simbolizarla. Obviarla no significa negarla y gracias a la simbolización, que alcanzamos en el desarrollo, nos entendemos incluso en los malentendidos.

Ahora, en una sociedad que necesita dioses, han creado un faro, un guía, un mesías que ha llegado. Un ariete contra los poderosos contaminadores.

Cuidado con la utilización de personas frágiles y ojalá que el coste de ello no sea excesivo.

*Psicólogo clínico

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