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Luis M. Alonso.

sol y sombra

Luis M. Alonso

Vox, el ruido y la furia

La situación en Cataluña excita a la ultraderecha

Por si fuera poco el ruido de la calle, las urgencias electorales hacen retumbar el eco de manera ensordecedora. El Parlamento de la Carrera de San Jerónimo está empezando a parecerse a la Asamblea de Italia cuando en 1992 fue asaltado por la bronca permanente de los recién elegidos congresistas de la Lega Nord, el partido embrionario de Salvini. El desacato fue entonces moneda corriente: la falta de decoro parlamentario se tradujo en norma. Los leguistas, que emergían a la política en un país todavía conmocionado por el mayor escándalo de corrupción de su historia, aprovechaban entonces cualquier oportunidad para llamar la atención y situarse en el primer plano. Lo hicieron de todas las maneras imaginables. Ayer, con la excusa de los disturbios de Cataluña, diputados de Vox quisieron emular a los viejos camaradas de Salvini montando su propio circo. No son los primeros en hacerlo, es verdad, ni serán los últimos. En los tiempos más recientes, Rufián siempre ha estado antes. Pero no tienen derecho a violentar al Parlamento imponiendo a la fuerza un debate por trascendente que pudiera parecerle a alguno. Tampoco saltarse las formas y la reglamentación, usurpando los asientos de otros diputados de Ciudadanos, que se vieron obligados a cedérselos para que el incidente no pasase a mayores. Vox siente placer por el ruido: esa es su tendencia. El viento, según se desprende de los sondeos, lo arrastra en su dirección y a su favor. Al final acabaremos arrepintiéndonos de haberle abierto la puerta a un partido así. La vida, como escribió el mejor de los bardos, es una historia llena de estruendo y furia que nada significa. Y no terminamos de entenderla.

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