Dice el principio de la navaja de Okham que "la explicación más simple y suficiente es la más probable, mas no necesariamente la verdadera". Diría uno que el sistema político británico se ha empeñado en demostrar la falsedad de este enunciado o al menos en enfatizar su segunda parte. Desde luego hace tres años, meses después del referéndum que dio lugar al Brexit, nadie pensaría que estaríamos viviendo escenas como las que hemos visto en el Parlamento británico. Por tercera vez un Acuerdo de Salida acordado por los ejecutivos comunitarios es retorcido en Westminster entre intereses partidistas y la indeterminación, a menudo intencionada, de qué se había votado realmente en el manido referéndum y cuán diferente es a lo que se pone a debate.

De esta tercera ronda se sale en una situación aún más enrevesada, con un lunes que amanece mezclando los devaneos parlamentarios, pudiendo votarse de nuevo el Acuerdo, con las acciones de una corte escocesa que puede terminar encarcelando a Boris Johnson. Y ambas instituciones pueden decidir pedir por carta a la UE una nueva prorroga si consideran que la enviada por el Gobierno el sábado no se ajusta a la legalidad. Peor será mañana en Bruselas con las instituciones europeas debiendo decidir quien legítimamente representa los intereses del Reino Unido y a quien hacer caso a nueve dias de que venza el plazo para una salida pactada si nadie lo remedia.

Y si bien este esperpento tiene toda la atención de la pesca gallega, la realidad es que seguimos en el mismo punto en el que estamos desde hace tres años: a velas vir entre la salida negociada de un posible Acuerdo de Salida y un hachazo a la actividad si finalmente se aboca en un Brexit duro. En cualquier caso, hay dos realidades evidentes para el momento en que la desconexión se materialice de alguna manera: habrá que negociar un Acuerdo de Pesca y habrá que hacerlo en un ambiente político británico marcado por las cuitas internas en los partidos por su liderazgo y entre los partidos por el gobierno del país.

Será pues fundamental que Europa, y más aún la pesca europea, siga mostrando un frente unido y solidario, sin fisuras y sin egos nacionales. No es para menos, enfrente tendremos un Gobierno británico desatado en busca de victorias y dispuesto a negociar con cariño con noruegos y feroeses y, probablemente, más bien con ahínco con sus hasta ahora socios comunitarios. Así son las rupturas y más cuando hay que justificarlas ante el pueblo.

Más allá de los avances y resultados que vaya deparando la negociación tendremos un desafío añadido en Galicia, el de un sector arraigado en ambos bandos. Será duro vivir un proceso donde lo que pueda perder un barco gallego sea en beneficio de un barco propiedad de otro gallego. Algo que se multiplica al considerar los numerosos barcos franceses o irlandeses que son propiedad de armadores gallegos, mucho más expuestos todavía a una posible reducción de oportunidades de pesca.

Dicen a menudo los ingleses que no se puede untar la tostada por ambos lados, y es algo que deberemos de tener muy claro en la UE en general y en Galicia en particular. Cada uno deberá de defender sus intereses puede que hasta exigiendo que se le niegue el acceso a nuestro mercado a barcos propiedad de y tripulados por veciños, pero con bandera británica si el Reino Unido presiona para aumentar sus posibilidades de pesca a costa de las nuestras. Es algo que nuestras administraciones también deberán de tener en cuenta: que aun queriendo ser ecuánimes, solo se puede argumentar con fuerza en una dirección, y que hacerlo en ambos sentidos es perder toda la fuerza. Nadie en el Reino Unido se preocupará por como quedaremos de este lado del Canal.

*Miembro de ARVI,Cepesca y EUFA