Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Personas, casos y cosas de ayer y de hoy

Patobiografía de Felipe II. El retrato del Príncipe

En mayo de 1543, cumplió don Felipe dieciséis años. De las diferentes descripciones realizadas por los escritores contemporáneos del Príncipe ( Cabrera de Córdoba, ed. 1876; Salazar de Mendoza, 1603; Vander Hammen, 1625 y otros), por algunos historiadores (Bratli, 1927; Fernández Montaña, 1882; Sandoval, 1846 y otros), e incluso por los embajadores venecianos ( Alberi, 1542 y los recogido por Gachard, 1944), y buscando los datos coincidentes, podemos trazar el retrato exterior de don Felipe en la adolescencia. Con esta finalidad transcribimos literalmente algunas de ellas:

- "Fue el Rey de mediana estatura y disposición bien sacada, airoso y derecho, de miembros bien proporcionados y repartidos; de buena gracia y donaire, de manera que la vista se recrea en mirarle; convidaba á quererle, amarle y respetarle. El cuerpo bien organizado y compuesto. De muy hermoso rostro, grave, sereno y agradable. Blanco y colorado, la barba y cabello rubio. Los ojos claros, rasgados, grandes y alegres; la frente ancha y llana; la nariz bien formada y asentada. El labio superior menor que el bajo, como há muchos años que le tienen los de la casa de Austria" (Salazar de Mendoza).

- "Tenía la frente señoril, clara, espaciosa; los ojos grandes, despiertos, garzos, con mirar tan grave, que ponía reverencia el mirarlos y le agradaba. La hermosura, digna de imperio; era de gran ornamento en la forma del cuerpo, conviente á su dignidad, con portes con cierta gracia y perfección entre si; y con el ánimo tan correspondientes, que de los rústicos que ni le conocieron, ni vieron en compañía ó solo, en una selva, juzgándole digno de toda veneración, era saludado con reverencia" (Bratli).

- "Aunque sea de no muy levantada estatura, es, sin embargo, tan bien formado y las partes todas de su cuerpo tan proporcionadas, correspondientes al todo, vistiendo con tanta elegancia y tanto juicio que no se puede ver ni dar cosa humana más perfecta" (Alberi).

- "Su Majestad, dice, es de estatura mediana; de miembros robustos y perfectamente perfeccionados; de pelo rubio y barba con suficiente soltura... el labio de abajo supera al de arriba, como acontece a toda la familia de la casa de Austria, pero sin dar fealdad al rostro" ( Cortesano de Tiepolo a embajador de Venecia, 1572).

- "... de aspecto afable a la vez que atrayente, si bien majestuoso y digno. Era de complexión delicada, pequeño, pero muy bien proporcionado. Su rostro era de una belleza regular, y si su abuelo, el archiduque de Austria, no hubiese sido llamado el "Hermoso", habría razón suficiente para aplicar este epíteto al hijo de Carlos I. Tenía los ojos grandes y garzos, la barba y cabellos rubios y recta la nariz. La boca era la parte menos atrayente de este simpático rostro, los labios muy gruesos, y el inferior llevaba la marca sensible del origen habsburgués de Felipe, aunque a decir verdad su mandíbula inferior fue menos saliente que la de su padre y que la de sus descendientes. Hasta no faltó autor contemporáneo que encontrara graciosa esta irregularidad de Felipe. Su cutis era fresco y un poco pálido. Vestía con cierta sencillez y distinción, siempre de manera elegante, casi afectada... " (Bratli).

- "Era por entonces Felipe, joven más bien pálido, de pelo largo y rubio, un tanto ensortijado; en la parte inferior de la cara se parecía a su madre, aunque con el prognatismo de los Habsburgos, pero los labios eran gruesos y sensuales; la parte alta de la frente y el cráneo eran de su padre?" (Bratli).

- "Era de estatura media más bien pequeña. De rostro es bien parecido, con frente ancha y ojos grises, de nariz recta y de talante varonil. Desde la frente a la punta de la barbilla, su rostro se empequeñece; su modo de andar es digno de un príncipe, y su porte tan derecho y recto que no se pierde una pulgada de altura; con la cabeza y barba amarillas. Y así para concluir, es tan bien proporcionado de cuerpo, brazo, pierna y lo mismo todos los demás miembros que la naturaleza no pude labrar un modelo más perfecto" (Elder, 1554).

- "Su estatura media, su tez clara y cabello rubio, sus grandes ojos azules, el labio inferior grueso y su corta barba puntiaguda" (Gachard).

Si partimos de los diferentes datos aportados, podemos realizar una descripción físico-natural bastante veraz de don Felipe: era de estatura mediana baja. El cuerpo bien proporcionado con miembros robustos. Su pelo y su barba eran rubios y algo ensortijados. La barba corta y puntiaguda. Su piel era blanca, algo pálida y sonrosada. La facies moderamente triangular, con frente ancha y despejada. La nariz bien implantada y recta. Los ojos grandes, rasgados, claros, azules, alegres y de mirada grave. La boca con labios gruesos y carnosos, sobresaliendo el inferior sobre el superior. En conjunto su figura era razonablemente esbelta, su aspecto era varonil y afable, el porte digno y elegante, la disposición airosa y el rostro hermoso. Su modo de vestir era a la vez sencillo, elegante y distinguido (ver estudio de María Martinón, en Patobiografía de Felipe II en su infancia y adolescencia -USC, 1998-).

Esta descripción parece corresponderse perfectamente con la realidad si la comparamos con las características recogidas por los artistas contemporáneos del Príncipe en los mejores retratos que le realizaron en su juventud (ver retratos aquí reproducidos). Además, la tipología del retrato cortesano desde Carlos I se definió de modo que más que objetos de coleccionismo, se buscaba el que cumpliese su verdadera función de retrato: la de la representación verosímil del poderoso o gobernante retratado, con el fin de formar galerías específicas de retratos dinásticos (ver a Checa, en Felipe II, Tiziano y la monarquía hispánica, 1994). Asimismo, en el caso concreto de los retratos de Felipe II, en la mayor parte de los casos, se encuentra más la similitud que la idealización metafórica. Uno de estos cuadros, realizado por Moro, es una incisiva imagen de la persona de don Felipe y de su expresión, captada de manera directa y buscando la similitud concreta. Por todo ello los retratos de Felipe II tienen una mayor verosimilitud y su interpretación se acerca mucho a la realidad física del retratado.

Si tomamos en consideración los caracteres físicos del príncipe, es evidente su parecido a su padre y a su madre, por lo que se afirmó que físicamente era sólo la mitad del padre ( Clauzel, 1913). A su padre se parecía en la frente, pero sobre todo en la mandíbula inferior. El prognatismo era uno de los rasgos físicos más evidentes y característicos de los monarcas de la Casa de Austria, si bien en el Príncipe era mucho más discreto que en su padre. La desproporción de la mandíbula le originó problemas a don Carlos para la bebida; así en el inventario de Yuste figuran unos canutos de plata, para que posiblemente pudiese sorber los líquidos con mayor facilidad (Comenge, 1895).

De las posibles esposas para don Felipe, éste se había inclinado hacia doña María Manuela de Portugal (fig. 18), hija de Juan III de Portugal, (por tanto hermano de la Emperatriz y madre fallecida del Príncipe) y de Catalina, hermana del Emperador. Por ello, eran primos hermanos por las dos ramas y ambos nietos de doña Juana la Loca. Habían influido en esta decisión los elogios que se hicieron sobre la piedad y la hermosura de esta infanta y los deseos de la fallecida emperatriz.

El 1 de diciembre de 1542, se establecieron los capítulos matrimoniales en Lisboa. El tratado fue ratificado, en nombre del Príncipe, por el embajador Sarmiento, en Almeirim, el 13 de enero de 1543. Para el viaje y llegada de la Princesa a España se constituyeron unas ostentosas comitivas española y portuguesa. En Salamanca, el 14 de noviembre de 1543, se ratificó la boda ante el Cardenal Tavera. Los festejos continuaron hasta las primeras horas del día siguiente. "Danço el Príncipe y la Princesa, baja y alta sin turbarse y con esto se acabo el sarao... a las cinco y media... dijo la misa el cardenal de Toledo y con su bendición se fueron a dormir..." ( Relación del casamiento recogida por March, 1941). Tenía la Princesa dieciséis años, pues nació, al igual que el Príncipe, en 1527, el 15 de octubre. Las fiestas populares por el enlace duraron cinco días. A continuación los príncipes salieron para Valladolid. Al pasar por Tordesillas, visitaron a su abuela doña Juana la Loca, que les mandó danzar en su presencia. El 22 de diciembre entraron en Valladolid, donde pasaron el año.

Al llegar los recién casados a Valladolid, don Felipe prosigue las tareas de gobierno y el estudio, muy sujeto a la autoridad, casi paternal, de don Juan de Zúñiga.

El Emperador, que seguía los acontecimientos desde Bruselas, hizo advertencias a don Juan de Zúñiga sobre la conducta de su hijo: "... tener especial cuidado... cerca de apartarle de la Princesa..." ( Carta secreta del Emperador a Zúñiga, recogida por March).

En Galicia, durante estos años, don Felipe, como regente, no tuvo ninguna acción directa. Pero sí las tuvo el Emperador, forzado por las operaciones navales de los franceses contra las costas gallegas, ante el nudo vital de comunicaciones marítimas que suponía el cabo Finisterre. Carlos I se vio obligado a formar una flota contra la escuadra francesa, cuyo mando encomendó a Álvaro de Bazán, padre del futuro Marqués de Santa Cruz. Las dos escuadras se enfrentaron, entre la ría de Muros y el Cabo Finisterre, el 25 de julio de 1544, día de Santiago, y concluyó con una gran victoria para la escuadra española.

Don Felipe no estaría presente en Galicia hasta 1554, como primera etapa de su viaje a Inglaterra para su segundo matrimonio con María Tudor, reina de Inglaterra. Mas este período será tratado en un próximo artículo.

Compartir el artículo

stats