El Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo, nacido con el propósito de la Xunta de convertirlo en buque insignia de la sanidad gallega e incluso europea, viene de cumplir sus cuatro primeros años de vida. Lo peor de la crisis por la envergadura del traslado y por las complicaciones de estrenar un nuevo edificio ya ha pasado. La inauguración no supuso un mero cambio de sede, también comportó un giro radical en la organización interna y en la atención al paciente. Tras los desajustes iniciales, los usuarios pueden decir que el centro es cómodo y que su funcionamiento ha supuesto todo un avance con respecto a lo que había, un equipamiento sanitario irresponsablemente postergado durante años por ejecutivos autonómicos de uno y otro signo político. Pero eso solo no es suficiente. Ahora toca dar un salto cualitativo para convertirlo en referencia nacional, por su calidad y por la incorporación de nuevas terapias, y en vanguardia de la investigación y la industria biosanitaria.

El Cunqueiro, con más de 4.000 trabajadores, es el segundo mayor centro de trabajo de Vigo después de la fábrica de PSA en Balaídos. Al cierre del último ejercicio, en su primer cuatrienio de existencia, desde que el 29 de junio de 2015 se atendió al primer paciente, se han practicado más de 50.000 intervenciones, 131.000 ingresos y casi 700.000 atenciones en urgencias. El reto de reordenar una fragmentada y vetusta red sanitaria, que pasaba entre otros desafíos por unificar los servicios atomizados entre el Hospital Xeral y el Meixoeiro, era mayúsculo pero de primera necesidad. Aquellos problemas estructurales y de organización, de los que aún faltan no pocos por resolver, eran los escollos principales que habían condenado al Complejo Hospitalario Universitario de Vigo (Chuvi) a ser el perpetuo farolillo rojo de las listas de espera de la sanidad gallega.

El nuevo hospital se estrenaba, así pues, con el objetivo principal de ofrecer a la población de Vigo y su comarca la misma atención que al resto de Galicia en cuanto a tiempo. En el ecuador de este cuatrienio, el actual conselleiro de Sanidad fijó para 2020 la consecución de ese objetivo. Según los últimos datos de Sanidade, el Chuvi se encuentra a medio camino de conseguirlo. La demora para entrar en quirófano rozaba los cien días al terminar el año, 19 menos que en el arranque, pero aún está a otros 19 de la media del Sergas, que ha alcanzado prácticamente la meta fijada por la Xunta para esta legislatura de operar en 60 días. Por tanto, el complejo aún deberá pegar un acelerón a su progreso para poder cumplir con el objetivo fijado.

Como era fácil de suponer, el traslado fue un proceso duro y complicado para los profesionales. Y también para los pacientes, que aún recordarán el desconcierto de los primeros días. En los primeros años, el ritmo de los quirófanos del nuevo Chuvi fue menor del esperado, principalmente por los problemas surgidos con la esterilización del material. Como consecuencia de ello, el área quirúrgica del Cunqueiro tardó 8 meses en abrir todas sus salas desde la primera operación a finales de septiembre de 2015. Y no acabaron ahí los problemas. En 2018 se desató otra crisis que paralizó de nuevo buena parte de la actividad quirúrgica con la aparición de un polvillo blanco en los contenedores del instrumental que llegaba a quirófano. Aún así, recortó la demora en veinte días. La entrega y disposición de los trabajadores sanitarios fue clave en este espinoso proceso, que se llevó por delante a una conselleira y a dos gerentes del área.

Entre los usuarios predominan las opiniones positivas. Las instalaciones son cómodas, bonitas y modernas, aunque todavía caben mejoras en la red pública de transporte. Las protestas por los aparcamientos, justificadas por la carestía del parking privado de la concesionaria del Sergas que explota el edificio, fueron una constante hasta que el Concello de Vigo dio una alternativa de estacionamiento gratuito para residentes con la apertura de un parking público municipal.

La calidad asistencial varía. Como en todo, hay servicios más destacados que otros, pero la atención que presta el nuevo hospital en general recibe elogios mayoritarios de los usuarios. El área de Urgencias ha tenido que soportar una presión creciente. A ella recurren los ciudadanos a la mínima complicación. En realidad, actúa como la válvula de escape de las listas de espera, una de las carencias inadmisibles de la sanidad regional. ¿Para cuándo un remedio? En algunos departamentos, sobre todo traumatología, oftalmología y cirugía general, las demoras son muy prolongadas. Se trata de especialidades muy vinculadas al envejecimiento de la población, constante demográfica que no va a variar en muchas décadas y para la que conviene ir preparando el sistema.

Con sus defectos y en algunos casos graves desarreglos que están todavía por solucionarse y que motivaron masivas protestas de los profesionales, nuestro sistema público sanitario supone en todo caso un lujo frente a los de países incluso más desarrollados que el nuestro. Para ganar en eficiencia es necesario profundizar en una relación mucho más fluida y eficaz con Atención Primaria, reducir la burocracia apoyándose en las nuevas tecnologías (el Chuvi acaba de anunciar precisamente un programa para ello) y reforzar la formación de los futuros médicos -como medida que contrarreste la falta de una facultad de Medicina- de manera que se cree una suerte de cantera y que a su término quieran quedarse en el hospital y no huir a otros con mayor prestigio o recursos.

También recuperar los pacientes que fueron en su día derivados a otras áreas sanitarias para maquillar las de espera y apoyar a los propios especialistas y valiosos equipos de la casa para que puedan, por ejemplo, competir para ofrecer nuevos tratamientos. Una oportunidad sería apostar por el Cunqueiro ante el Ministerio de Sanidad para conseguir que ofrezca las terapias CAR-T, las más avanzadas contra el cáncer que buscan modificar genéticamente células del sistema inmunitario para que ataquen a las cancerígenas.

El nuevo hospital de Vigo es un bien extremadamente valioso, que debe valorarse como se merece, pero precisamente por eso hay que pedirle mucho más. Está para cuidar de la salud de los vecinos de Vigo y su área, pero también para erigirse en impulsor de relevantes técnicas y avances, y para liderar con su influencia ese sector biosanitario tantas veces presentado como pilar para renovar el modelo de desarrollo económico de Galicia. Otras regiones ya pisan fuerte en este campo y Vigo tiene todas las bazas para hacerlo, si se le dan las condiciones.

Un hospital nuevo de estas características, como decíamos, no es solo la ocasión para disponer de instalaciones bonitas y cómodas, que también, sino, y sobre todo, la oportunidad para sentar las bases de la sanidad gallega de las próximas décadas, es decir, para disponer de una atención hospitalaria moderna, eficiente, sostenible y puntera. Es hora de acometer ese salto para situarlo en la vanguardia española e incluso europea tal como se prometió en sus inicios. Hecho lo primero en un contexto de fuertes restricciones presupuestarias, toca ahora cumplir con lo segundo.