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Ceferino de Blas.

Pregoneros del vino: de Otero Pedrayo a Rajoy

No hubo pregonero en la primera fiesta gallega del vino -segunda de España- aunque sí intervenciones espontáneas para exaltarlo. La más destacada, y en verso, fue la del secretario del juzgado número 2 de Vigo, Pablo Nieto.

Fue quien pronunció el elogio de aquel mítico concurso, nacido, en 1953, como un desafío de los cosecheros Bernardino Quintanilla y Ernesto Zárate, que se convertirá en acontecimiento festivo, comercial y gastronómico, como Fiesta del Albariño de Cambados.

La razón de la profesión del que podría considerarse primer pregonero es que, en el medio centenar de asistentes, predominaban los jurídicos, al ser abogado el principal organizador, y quien los había invitado.

Hay eventos de los que se desconocen los orígenes y los detalles, pero las fiestas del albariño, y de todos los vinos gallegos, están perfectamente documentadas.

Tres años después, se designó un pregonero oficial, ni más ni menos, Álvaro Cunqueiro, que pronunció el pregón, sucesivamente, y sin interrupción, desde 1956 a 1975. En ese año, alegó cansancio, y renunció por carta al cargo.

La fiesta minoritaria y literaria había evolucionado y transformado en un festejo masivo, frecuentado por miles de personas; y social, que empezaron a acaparar los políticos, cargos públicos, y gentes de prosapia.

Para darles protagonismo, se creó el Serenísimo Capítulo del Albariño, al estilo de las cofradías que existían en Francia, donde la tradición y el culto al vino habían sido referentes para el desarrollo del albariño.

Desde la segunda edición, a la que ya asistió José María Castroviejo, en 1954, la celebración del vino de Cambados fue literaria.

Una panoplia de grandes escritores ejercerá los oficios de la Fiesta: Cunqueiro, de "pregonero", Castroviejo, de "cronista oficial", José María Álvarez Blázquez, de "secretario", Pedro Díaz, de "copero mayor" y Alberto Casal, de "notario perpetuo".

Toda la floración de escritores y poetas que entonces pululaba por Vigo rivalizaron en exaltar el albariño en múltiples poemas y artículos.

En los setenta, la fiesta sale del ámbito literario y se troca en conmemoración masiva, de la que se aprovecha la vertiente comercial, turística y lúdica.

Viene a cuento esta referencia a los orígenes de los pregones del vino, porque en el festival de Leiro, la tercera gran celebración vinícola gallega, en orden cronológico -la segunda fue Salvaterra, en 1960-, acaba de ser pregonero el expresidente Mariano Rajoy, con el éxito e impacto esperados.

Sobre todo su vítor, ¡viva el vino!, que justificaba la expresión, pronunciada en diferente contexto, y que había sido objeto de críticas. De aquellos tan empeñados en derribar su mandato, que contribuyeron a horadarlo, y remató un juez, explícitamente poco sutil en su sentencia al utilizar expresiones -el poder del lenguaje-, que sirvieron para la moción de censura, que lo envió a la actividad privada, y a darse el gusto de pronunciar pregones en fiestas populares. ¡Qué suerte!

Nacida el 15 de septiembre de 1963, la "I fiesta de la vendimia de Leiro" es hija de la época, y por tanto iniciáticamente literaria. A su alumbramiento acudieron todos los escritores y poetas que contribuyeron a enaltecer las fiestas de Cambados y Salvaterra. Se repiten los nombres de Cunqueiro, Castroviejo, Celso Emilio Ferreiro, Díaz Jácome? Y por eso, su pregonero no podía ser otro que un gran intelectual y escritor: Ramón Otero Pedrayo, a quien se rendirá homenaje .

Enaltecerá el vino del Ribeiro, su tierra, como solo podía hacerlo un maestro de las letras gallegas de la época.

Más tarde, como ocurriera en Cambados, y en Salvaterra, comenzaron a ser pregoneros, junto a profesionales e intelectuales, gentes de la política y cargos públicos.

De ahí que los pregones puedan clasificarse en tres clases, por el contenido, y el tiempo en que fueron pronunciados: los literarios, en los que se perseguía la belleza de la palabra, que duraron hasta los ochenta. Los publicitarios, copados por cargos públicos, en los que predominaba la propaganda, hasta el dos mil. Finalmente, los técnicos, que es la etapa de las degustaciones y los especialistas. Es la época actual, en la que no interesa lo bello y eufónico, sino lo científico.

Pero a veces rompe el ritmo un personaje especial, como Marino Rajoy, con un lenguaje ingenioso, y diferente al técnicamente correcto.

Las fiestas del vino se desliteraturizaron, se profesionalizaron con los expertos y especialistas -los enólogos, los talleres de cata, el enoturismo- y se comercializaron. A la postre, era lo que demandaban los tiempos, ya que de literatura no se come, aunque, como los buenos vinos, esponje el espíritu.

*Pregonero de la Fiesta del Condado de 2003

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