Hace unos días, El Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, en colaboración con la Fundación BBVA, hizo público un breve trabajo sobre la dinámica poblacional a escala provincial y municipal en lo que llevamos de siglo. El Gráfico adjunto recoge los resultados a provinciales, aunque los datos municipales aportan otra información relevante.
Lo primero a destacar es que la población española ha crecido de forma significativa: un 15,4% acumulado. Lo segundo es que lo ha hecho de forma muy heterogénea. En el nivel provincial existen dos polos de expansión claros: la capital y el Mediterráneo. En ambos casos no crecen más las provincias centrales (Madrid o Barcelona) sino las limítrofes, que permiten descongestionar a las primeras. El precio de la vivienda y otros indicadores de calidad de vida animan a los ciudadanos. Crecimientos de más del 30% acumulado contrastan con los negativos del Noroeste. Zamora, Ourense y Lugo son los colistas; Asturias y el occidente castellano les siguen de cerca.
Esa reducción de habitantes va de la mano de un envejecimiento notable y de una concentración de la población rural en los municipios de más de 10.000 habitantes. El escenario demográfico gallego nos obliga a tratar de frenar la tendencia y, sobre todo, a anticiparnos a sus efectos negativos.
En particular, es inevitable que siga produciéndose concentración de la población, pero eso no debería conllevar desierto y abandono. Podemos y debemos atender el territorio a diez o veinte kilómetros de distancia de villas y ciudades. Pero eso solo es factible si profesionalizamos las labores agrícolas, ganaderas y forestales; si ponemos en explotación tierras hoy abandonadas que permitan ganar en economías de escala; si conseguimos atraer inversores y empresarios de otros sectores (preferiblemente gallegos) que pongan el músculo financiero y el saber hacer en la gestión.
Tenemos que prepararnos para un Mundo diferente.
*Director del Foro Económico de Galicia