El Callejero de Vigo cumple el 150 aniversario de su creación, una nomenclatura de calles y plazas en la que se registran los nombres y numeración de las calles de la ciudad, así como su evolución histórica. Aquel sistema ilustrado que identificaba la trama urbana con criterios racionales, además de favorecer el control económico mediante la inscripción de domicilios, reforzaba el ideal de villa con el vecindario controlado. Desde entonces los registros de escrituras públicas y religiosas son, además de las municipales, la mejor constancia histórica del crecimiento progresivo desde los apenas 40 topónimos iniciales a las cerca de mil denominaciones actuales. La titulación de las primeras placas del rueiro vigués datan del Catastro de Ensenada (1754), aunque su colocación fue escalonada en el tiempo. Desde mediados del siglo XIX las placas de calle y jardín son un tipo de señal urbana que conservamos como un rasgo cultural más de esta Ciudad. Esta es una buena justificación para que la nueva Corporación municipal revise la señalización de todas las calles.

Un cartero de Correos me confiesa que en Vigo estima un 25% de placas inexistentes por su mal estado o retiradas por derribos y nuevas edificaciones. Considera que existen amplias zonas dispersas de nueva y vieja construcción en donde la urbe no tiene nombre y la denominación de la calle perdió la virtud de la información. A diferencia de Detroit, ciudad sin letreros en sus calles y condenada a la herrumbre ruinosa, Vigo es la ciudad de la renovación a pesar de esa ausencia del 25 % de información viaria. Por eso debiera realizarse un estudio que contemple la modernización general de dichas placas a la vez que una revisión de algún topónimo, como la Rúa de Pablo Morillo, oscuro personaje que invadió Vigo constitucional a sangre y fuego (1823) y retiró su capitalidad provincial. No se trata de llevar a cabo una depuración iconográfica, pero se hace necesario actualizar las placas del rueiro vigués con el nombre de los/las personajes que simbolizan la historia del progreso y la dignidad de Vigo, a la vez que se mantiene una correcta legibilidad con una tipografía adecuada y la imagen corporativa municipal. Una ciudad que sabe conservar sus rasgos visibles debe ponerle nombre correcto a cada una de las células constitutivas de esa ciudad. Las placas del rueiro no pueden estar sujetas al frágil equilibrio de las nuevas edificaciones, y tampoco al olvido de su historia.

El Callejero es una parte necesaria de la Base de Datos de la Ciudad, y reviste gran importancia como una herramienta a partir de la cual se elabora cualquier tipo de sistema de información. Las placas rotuladas en las esquinas de las calles también son parte esencial para la información municipal y turística. Con esta medida el Concello incrementará el valor patrimonial y cultural de la Ciudad, así como una uniformidad estética en la rotulación de sus distritos urbanos.

*Miembro del Instituto de Estudios Vigueses