Si hay algo peor que mentir a los periodistas es decirles toda la verdad. Nada descoloca a un informador como una afirmación contundente y cristalina. "No voy a atender a nadie de momento", zanjaba Jácome al filo de las 12, el domingo electoral. Un "está a punto de salir" o "sólo 5 minutos y ya" serían frases más complacientes con los gráficos y redactores que pasaron una hora esperando, pero terminarían enervando más al confirmarse que eran mentira. La impresión inicial marca el tono de las crónicas, sobre todo si nos hemos adentrado en la madrugada y nada importa más que escribir y escapar. Jácome se recogía en su comercio de las galerías centrales de Ourense, mientras el escrutinio avanzaba lentamente, cada porcentaje gota a gota, como si los votantes se aferraran a su voto sin votar. La luz de Jolper parpadeaba al fondo de un túnel a oscuras. Jácome no era feliz y fue sincero. DO bajó de 8 a 7 ediles y perdió votos por primera vez desde su estreno en 2003. Cuando por fin quiso hablar, admitió su decepción y dio la Diputación por perdida, de un modo apresurado. Finalizó con otra frase que el resultado de los pactos en negociación -con intriga, con incertidumbre- dirá si era verdad o no: "El objetivo, ahora, es salvar a Ourense".