Un sencillo esquema: estando sentado, de pie o caminando se mete uno en sí, entorna las ventanas de los sentidos para no distraerse y enciende la mente sobre el objeto de la reflexión, que hoy será a quién votar mañana; a continuación va haciendo pasar por el escenario virtual a cada uno de los partidos, valorando menos lo que prometen que lo que en el fondo son, luego le da una vuelta a sus programas y por último imagina lo que cree que votará cada allegado y conocido, a fin de hacerse una idea de sus compañeros de viaje en cada caso. Finalmente pone en un platillo lo que más conviene a su cartera, y en otro lo que más conviene a la gente, sopesa los dos y, con toda la información acumulada en los pasos anteriores, se forma una idea-flor del voto. Luego, concluida la reflexión, coloca la dichosa flor en un jarrón y hace lo que ya tenía decidido hacer antes de calentarse el tarro.