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Telerrealidad electoral

Las expectativas ante el debate electoral eran tan excesivas que hubiera resultado extraño verlas cumplidas. Anoche cada candidato iba a lo suyo, a resolver sus estrictas necesidades de campaña. Fue un magnífico ejemplo de telerrealidad, entendida como algo en apariencia auténtico, pero que se desarrolla sobre la pauta de un guion previo y, por ello, previsible. El juego dialéctico, el atractivo primordial de cualquier debate, el único que puede movilizar al elector dubitativo, queda reducido a la ficción de ver cómo, esta vez ante las cámaras, se limitan a intercambiar mensajes, sin confrontación real en la medida en que apenas hay réplicas.

Sánchez, que salía a priori con el estigma de ser el menos apto para el medio y el que más rehuyó el encuentro, era el que más tenía que perder. Ante el peligro, mantuvo la táctica de eludir el error con la inmovilidad, plano, sin arriesgar nada de lo que las encuestas le dan por conseguido. Casado, pese a la consigna de ser audaz por la urgencia de la remontada, fue igual de conservador que Sánchez en la línea argumental. Incluso suavizó el tono "hiperbólico" que el presidente le reprocha para evitar sustos al votante templado. No asustar era también la pauta de Iglesias, quien anoche pareció darle la razón de forma póstuma a Errejón sobre la conveniencia de no ahuyentar al electorado. Sosegado, sin declamación rapera, el aspirante a vicepresidente de Sánchez, según la reiterada invectiva de Rivera, dejó claro que su programa es la Constitución, lo mejor del régimen del 77. Cada vez que PP y Ciudadanos preguntan por el indulto a los líderes soberanistas anticipan su condena y se alinean con el independentismo, que sostiene que la sentencia está ya escrita antes del juicio. Lo que Sánchez no alcanzó a rebatir en el momento más previsible del debate, atrapado en la pinza de Casado y Rivera, se lo argumentó Iglesias. Pero nadie entró a ese trapo porque cada cual estaba a su línea bien trazada.

Lo único que entorpece la energía de Rivera es el dolor de España. Frente a la foto del "trío de Colón", que Sánchez pretendía mostrar con la frustrada concurrencia de Vox, Rivera elige el dúo navideño del presidente con Torra. Se despidió con una invitación al silencio, aunque bastaría con reducir el ruido de la campaña.

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