No entramos a valorar los aspectos jurídicos de la concesión, pero, guste o no, la ampliación se debería respetar. Máxime cuando esta decisión ya ha provocado esfuerzos inversores y decisiones estratégicas de la empresa. El mensaje que transmitimos como país a potenciales inversores es demoledor para nuestro futuro. La inseguridad jurídica generada dificultará enormemente captar nuevos proyectos industriales.

Sorprende, además, la incoherencia de los partidos políticos que hablan de desierto industrial en referencia a Alcoa o Meirama, cuando el cierre de Ence supondría un impacto infinitamente mayor en toda su cadena de suministro, que se asienta en el rural y se distribuye entre miles de familias. Necesitamos a Ence para hacer perdurable gran parte de la cadena de valor y tener de esta manera alternativas sostenibles en el futuro.

Solo en la parte forestal, la actividad de Ence alimenta una infraestructura de propietarios de montes, empresas de servicios, viveros, rematantes y camioneros que dependen de los 85 millones de euros que se distribuyen anualmente entre muchas familias. Familias que tienen en el monte una fuente de ahorro para pagar los estudios de un hijo, hacer frente a una enfermedad o aliviar situaciones de desempleo. Muchas actividades agrarias o ganaderas complementan sus rentas con la madera que venden a Ence. El abandono del rural se incrementará y, tal y como han concluido las comisiones de incendios, ese abandono es la causa de los catastróficos sucesos de Portugal y del pasado año en Galicia.

No solo se trata de buscar una alternativa para los 400 empleos directos de Ence. Esas rentas que quedan en el rural son el medio de vida de miles de personas. Los partidos políticos tendrán que responder ante ellos por el golpe que supone esta amenaza a la economía rural de Galicia.

Muchos montes que suponen la inversión de miles propietarios en zonas en las que solo se da pino o eucalipto, o matorrales biodiversos (en este caso sin valor para ellos si no se les compensa) con la previsible bajada de precios, se abandonarán al fuego. Como consecuencia, la calidad del aire que respiramos y del agua que bebemos en las ciudades será menor.

Las industrias deben cumplir los máximos estándares medioambientales, pero las necesitamos si no queremos incrementar todavía más la emigración de nuestros jóvenes más preparados. En la última crisis, la actividad de Ence y la tendencia alcista de la pasta de papel en el mercado internacional ayudaron a sostener el empleo y los sueldos en este sector, imprescindible para Galicia. Ence fue un auténtico colchón que alivió el impacto de la crisis más profunda de la historia reciente.

Por último, la oportunidad que brinda la bioeconomía a Galicia ante el fin de la era de petróleo es enorme. Ence produce celulosa para pasta de papel y, dentro de poco producirá también la base de los nuevos tejidos naturales, una actuación que acometerá dentro de su nuevo plan estratégico.

La innovación desarrolla cada año nuevos materiales naturales como alternativa a los plásticos a partir de la celulosa y la lignina, avances que suponen una enorme contribución a la mejora del medio ambiente. Si nuestros políticos no hacen nada por remediarlo, es posible que desperdiciemos una oportunidad histórica para generar riqueza y sostenibilidad social y ambiental. Y conseguiremos desincentivar las inversiones de tal modo que tendremos un verdadero desierto no sólo industrial, también forestal.

*Presidente del Clúster da Madeira e o Deseño de Galicia