El Comité Nacional Demócrata ha tomado la decisión de no incluir a Fox News en los debates de las primarias del partido. Consideran, entre otras cosas, que esta cadena de televisión es una máquina de propaganda al servicio del presidente, la cual, además de haber permitido que sus trabajadoras sufrieran reiteradas agresiones sexuales, se dedica a fomentar la "paranoia racial". Los demócratas, al parecer, han llegado ahora a esta conclusión tras conocer el contenido del artículo publicado por Jane Mayer hace unos días en la revista The New Yorker, donde se retrata a una empresa, con pretensiones periodísticas, que se ha acabado transformando, una vez cumplidos los objetivos marcados para la campaña, en un departamento externo de la Casa Blanca. (Mayer cuenta que, en 2016, una reportera del canal llamada Diana Falzone halló evidencias del pago de Donald Trump a Stormy Daniels y que el editor no aceptó la historia porque "Rupert [Murdoch] quiere que gane Trump").

Lo cierto es que gran parte de la información que narra la periodista en The New Yorker no debería resultar extraña a cualquiera que siga con cierta regularidad la política estadounidense. La cercana relación de Sean Hannity, uno de los emblemas de Fox, con el presidente-hasta el punto de que el primero llegó a aparecer en un mitin del segundo- es bien conocida, aunque, viendo su programa de vez en cuando, no hace falta ser un lince para detectar que entre ellos hay confianza. Olivia Nuzzi contó en New York Magazine que el presentador y el presidente suelen conversar todos los días antes de irse a la cama, en ocasiones incluso "varias veces durante el día". También se han publicado unos cuantos libros, algunos bastante documentados, acerca del sin duda fascinante auge de este medio de comunicación y sus cuestionables métodos, sin olvidarnos de la biografía de su siniestro fundador, Roger Ailes, que fue acusado de múltiples abusos sexuales antes de fallecer, sobre el cual existe un documental muy recomendable, Divide and Conquer, que pone los pelos de punta y no solamente por la cuestión de los abusos.

La decisión del Partido Demócrata ha sido calificada como un "error" por el anterior presidente de esta institución, Ed Rendell, y algunos columnistas y reporteros de los principales medios de comunicación del país piensan que la exclusión de Fox News dañará a los candidatos de la formación política, mientras que otros, basándose en la información publicada hasta la fecha, justifican el veto. Los que hablan de "equivocación" suelen citar a Chris Wallace, Bret Baier y Shepard Smith, pertenecientes a la sección de Noticias, recordando que en Fox News, además de opinadores, también se pueden encontrar periodistas que tratan de hacer su trabajo lo mejor posible y que la cadena ha sido líder indiscutible en la televisión por cable durante diecisiete años consecutivos. Descartarla significaría, por tanto, descartar a una parte de Estados Unidos que los demócratas supuestamente desean volver a persuadir. Ambos grupos tienen parte de razón. Lo que pasa es que con Fox News y el periodismo ocurre algo parecido a lo que ocurre con Trump y la democracia. No existe todavía un gran acuerdo acerca de si este canal, en efecto, es pura propaganda, y por ende no debería de ser tratado como un representante de la profesión, o si se trata de un medio de comunicación conservador, a través del cual se promueven ideas extremistas que erosionan la convivencia, al que no queda más remedio que aceptar y, si es conveniente, combatir periodísticamente. Del mismo modo que, a pesar de los gestos autoritarios que haya podido exhibir este presidente desde que asumió el poder, Estados Unidos no se puede definir como una autocracia. Lo tienen difícil los demócratas. Y los ciudadanos. Vivimos instalados en un limbo. Todavía no sabemos lo que somos. Ni lo que son.