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Hechos, solo hechos

Lo que se espera de la nueva fase de la vista oral

En la lógica interna de la vista oral, el inicio de la fase testifical se presume como el momento de la remontada de la Fiscalía. La indispensable violencia, sobre la que se sustenta el delito de rebeldía, resultó un elemento escurridizo en el interrogatorio a los acusados, el primer acto, durante el que la posición del Ministerio Público pareció tambaleante y hasta torpe en algunas intervenciones de los fiscales. Pero el alborozo con el que, en el entorno soberanista, se acogió esa apariencia de triunfo anticipado solo se sostiene soslayando que ayer comenzó el desfile por la sala de los primeros de los más de quinientos testigos citados. Con las aportaciones de quienes están obligados a contestar a todo con la verdad, la impresión favorable a los doce del banquillo sufrirá cambios notables a lo largo de las numerosas jornadas que todavía quedan. La vista oral se sume ahora en días de perfil bajo, salvo excepciones, que llevarán al momento decisivo de los informes finales, en los que puede haber sorpresas.

Los testimonios tienen valor en la medida en que ayudan a los jueces a construir su sentencia. En una jornada en la que no encontró tregua en su cometido, el presidente del tribunal, Manuel Marchena, reclamaba lo que resulta imprescindible: "Hechos, hechos". Marchena se fajó a fondo para conseguir que defensas y acusaciones reservaran los argumentos que trataban de introducir en las preguntas a los declarantes para el momento de sus conclusiones y que aprovecharan "la presencia del testigo para el esclarecimiento del hecho". "Perdemos el tiempo. No intente convencer al testigo", advirtió el presidente de la Sala al antiguo consejero Francesc Homs, reconvertido tras su inhabilitación para cargo público en coordinador (político) de las defensa de Rull, Turull y Sànchez. "La generosidad tiene un límite", reconvino Marchena al en otro tiempo hombre de confianza de Artur Mas, después de una breve explicación para principiantes sobre el cometido de las preguntas que intentaba formular al expresidente Rajoy. "Ya sé que es usted quien manda", acató Homs.

Hubo otros momentos en los que los modos del procedimiento judicial volvieron a colisionar con los de la política: claridad frente a inconcreción, coherencia frente a contradicción. La exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría mostró que lo suyo son los tribunales de oposiciones y no los penales. La aparente desenvoltura con que intentó encarar las preguntas de las defensas derivó en situaciones muy incómodas. Javier Melero, defensor del exconseller Forn, arrinconaba a Sáenz de Santamaría hasta llevarla al terreno de lo punible como "testigo renuente" a contestar.

Ante la volatilidad de sus respuestas, Jordi Pina, otro de los defensores, avisó a la expresidenta de que "esto es un juicio, no un debate político", algo que bien podría haber dicho Marchena. Mariano Rajoy, en cambio, fue el de siempre: reiteró lo ya tantas veces dicho sobre su actuación ante el soberanismo y desbordó con galleguidad a quienes pretendían llevarlo al terreno que no quería. En su reaparición demostró que lo suyo es natural y no requiere el entrenamiento continuo de la primera línea política.

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