Ana Pastor Julián. A ella quiero referirme. El miércoles, en un emotivo y absolutamente necesario discurso (improvisado, no como la mayoría de los que suben al estrado con el discurso escrito, incluidas las réplicas) tras decir lo que muchos pensamos, que el nivel de los diputados es francamente mejorable, se refirió a alguna información en la que, despectivamente, se refieren a Ana Pastor como la "institutriz" de manera machista y peyorativa.

El que le aplica ese apelativo, es que conoce bien poco a Ana Pastor. Ana conoce en primera mano las actitudes machistas, ¡como para enfrentarse a ella! Con veintipocos años ya tuvo una de sus primeras anécdotas en el ámbito machista, cuando, recién titulada en Medicina, consiguió plaza como médico en Crecente. Una de las primeras visitas llamó a su puerta, y al ver a una mujer muy joven, y no muy alta, le dijo "niña, dile a tu padre que salga". Evidentemente se referían al médico, no concebían una médico mujer. Estamos hablando de los albores de la democracia en un pequeño pueblo del interior de Galicia. Sin embargo, pronto se ganó la confianza de la forma que ella sabe: trabajando. Hoy es Hija Adoptiva de ese pueblo.

Cuando habla de crisis, Ana saca a relucir las crisis que ha vivido como médico, y convierte lo que los demás creíamos una crisis en una mera anécdota. Organiza los grupos como nadie. Tiene ese don tan necesario al mandar sobre algo o alguien. Es trabajadora como nadie. Nunca, y lo juro, he conocido a alguien tan trabajadora. Si el día tuviera 30 horas, sería capaz de trabajar las 30. Duerme muy poco. Prefiere gastar el tiempo del sueño preparando discursos, elaborando notas para los colaboradores, analizar escritos, estudiar? Todo el tiempo le es poco.

Llamarla "institutriz" peyorativamente dice bastante poco del que lo hace. Si cumplir con tu trabajo es insultante, eso quiere decir que el insultador trabaja poco y no reconoce el mérito de la persona que tiene delante. Hace años viví un episodio de cómo hasta qué punto cuando quiere algo, se implica hasta el fondo y enteramente. Cuando se estaba a punto de debatir en el Congreso de los Diputados la Ley de Cohesión y Calidad del Sistema Nacional de Salud, Ana quiso consensuar la ley con todos los grupos, agentes sociales, sindicatos, colegios médicos, de enfermería, etc.

Es decir, con todos los que tuvieran que ver con esa ley. Una tarde, ya tarde, me llama Pilar, la secretaria de la entonces ministra de Sanidad, y me pregunta si estoy en mi despacho del ministerio, y le digo que sí. Me dice que "la Jefa", que era como conocíamos a Ana, y como muchos aún nos referimos a ella, dice que espere y que aún no me marche. Mentiría si dijese la hora exacta, puede que fuesen las once de la noche, quizás más tarde, y suena el teléfono. Pilar me dice que vaya al despacho de la Jefa. Entro y me presenta a su interlocutor: era el diputado de la Chunta Aragonesista, el cantante José Antonio Labordeta. Ana me dice que acompañe al diputado Labordeta al garaje, y que su conductor lo acerque a su casa. Ya en el ascensor, Labordeta me soltó algo así como "tiene cojones, es la primera vez que un ministro me llama para presentarme un proyecto de ley, y diciéndole yo que sí, que voy a votar a favor, siguió explicándome todo el proyecto. Pero si yo ya estaba de acuerdo?" Más tarde la Jefa me contaría que bastaba con que un ministro o ministra le llamase, porque nunca lo había hecho nadie, para apoyarla. Y sobre todo porque veía en ella a una defensora de los derechos de la mujer. Estuvo Ana varias horas contándole la ley, para que entendiese la oportunidad de la misma, y cuando el diputado le confirmó su voto a favor, ella siguió explicándole la misma. Quería que comprendiese las bondades y la necesidad de esa ley. Su afán dio sus frutos. Consiguió un consenso difícil de olvidar.

Desde que conozco a Ana, su lucha por los derechos por la mujer es una constante. Esa propia ley, o todo lo que se hizo desde el ministerio de Sanidad en los dos años que estuvimos, en favor de la lucha por los derechos de la mujer ha sido siempre una referencia. Hoy sigue siéndolo. Insultarla con tintes machistas siempre es reprobable. Con ese adjetivo que ayer nos contó más si cabe.

Probablemente el día que sucedió este episodio con Labordeta Ana llegaría al despacho antes de las 8 de la mañana, como todos los días. Ese día se iría sobre las 12 de la noche. Pero es que ese era el día a día. 15 horas, 16, las que hiciesen falta, diarias cumpliendo como ministra.

Bastante aguantó Ana. El último diputado expulsado del Pleno, por llamarle tres veces al orden, fue el popular Pujalte en 2006. Han pasado pues 12 años. Pero es que no debería haber pasado ni con Pujalte ni con Rufián. Ana Pastor volvió a sacar el genio que tiene para poner orden en ese gallinero en que se convirtió el Hemiciclo, pero nos dejó un discurso (improvisado) para los anales del Congreso.

*Periodista; fue director de Comunicación del Ministerio de Sanidad