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Desde la ría de Vigo: aviso a navegantes del siglo XXI

En los años setenta, el Instituto de Investigaciones Pesqueras de Vigo explicó científicamente el prodigio ecológico que puntualmente, cada verano, tiene lugar en la ría. En estos meses los vientos dominantes del nordeste expulsan las aguas superficiales, aflorando las aguas profundas del océano cargadas de nutrientes. Así, un fenómeno físico desencadena un fenómeno químico, plancton y la cadena alimentaria. Resultado: el paraíso de la sardina, el marisco y mejillón, las merluzas o lubinas? es decir, Vigo.

En los últimos años, las excavaciones arqueológicas están aportando otro afloramiento sensacional, las salinas romanas. Descubrimos que estas se habían apropiado de las enormes explanadas del Arenal acondicionando a modo de terrazas de evaporación decenas de miles de metros cuadrados de litoral. Una colosal factoría de sal; en su generosidad oceánica el mar se desdobla ofreciendo a la vez el fruto y su conservante. En primer plano, ya brilla el factor humano.

El Atlas Marítimo de España de 1789 (a la altura de la Revolución Francesa) opta por la doble página para reflejar en toda su magnificencia e integridad la ría entreabierta al Atlántico, un mar interior de 17.600 hectáreas. Dibuja el borde costero perlado por una casta dispersa de pequeños asentamientos de entre los cuales Vigo ni sobresale. Sí sobresale como colofón el basamento que ordena la escena, las islas Cíes. Una escena de inaudible belleza natural, de verosímil equilibrio. Cabría pensar que en actitud de espera, de letargo.

Llega la Revolución Industrial. La vía de acceso va a ser precisamente otro conservante: la lata de sardinas. De súbito algo excepcional en Europa sacude esta ría. La revolución tecnológica y de los procesos productivos arranca del mar en vez de captar desde tierra, un caso único, como también lo será su drástico impacto. La explosión del crecimiento urbano en aquel lugar aquietado: la ciudad de Vigo pasa de apenas 25.000 a más de 250.000 habitantes en tan sólo los primeros ochenta años del siglo XX. Un exceso. Una enorme ciudad hecha a la carrera sobre un entorno sublime.

Y otro universo cristaliza. Grandes multinacionales asientan sus instalaciones fabriles custodiadas por mejilloneras y playas de ensueño, se consolida la mayor ciudad de Galicia prendida al Parque Nacional de las Islas Atlánticas, el cultivo del marisco se enrosca a un Puerto del Estado, astilleros y frigoríficos. Una especie de laboratorio marítimo-terrestre nutrido de pesca, uso residencial, mercancías ro-ro, turismo de masas, Autopista del mar, emisario submarino, navegación deportiva e intensa vida doméstica, todo envuelto en un verde de leyenda. Algo singular gravita.

Hoy la ría de Vigo ejemplifica una cohabitación de libro, ecológica y económica (eco al cuadrado). Dos recientes obras públicas de tecnología punta simbolizan esta entente cordiale, la EDAR del Lagares coexistiendo sobre una marisma de alto valor medioambiental y la Ampliación del Puente de Rande que da continuidad y camino a la E-1 europea, pasando entre los archipiélagos de Cíes y San Simón sin el menor daño paisajístico. El actual hábitat de la ría es quizá un hallazgo inesperado, puede que incluso un experimento temerario, pero con todo, es un barco que navega y una debilidad sentimental.

En estas horas, la ría encara el peliagudo episodio de la globalización milenarista pertrechada con la mochila del cambio climático. Sus efectos ya se sienten en las aguas de la ría, en la fragilidad del cinturón forestal, en el ecosistema económico y en los desajustes territoriales. Los detalles (el latido concreto de cada lugar, de cada ciudad) corren el riesgo de borrarse, de perderse, mientras los desequilibrios (flujos incontrolados en las redes del planeta humano) se agigantan amenazadores.

Ante la amenaza ubicua, André Malraux avistó que "el peligro es que todo hombre lleva en sí el deseo de un apocalípsis". La ría de Vigo tiene la suerte de creer en ella, y así desde los confines de este finisterre parece transmitir al navegante del siglo XXI: un mensaje de esperanza.

* Arquitecto

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