Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La fiesta de San Roque en O Foxo

Solía celebrase en la N-525 y, años más tarde, en el prado de Moreda, frente a la casa de Castriño

Fruto de la influencia cristiana, todas las parroquias, villas, ciudades e incluso aldeas o lugares pequeños, tienen como protector a un santo o a una santa y, en su honor, se celebra anualmente una fiesta religiosa y también profana. En Galicia, siguiendo la tradición festiva, toda fiesta patronal que se precie en llevar ese nombre, tiene que reunir al menos tres cosas: MISA, en honor del Santo, con procesión, COMIDA especial en las casas de la localidad y VERBENA animada con música. Por supuesto, no puede faltar la pirotecnia, con unas buenas bombas de palenque, además de una sesión de fuegos de artificio, aunque sean en poca cantidad.

San Roque

La figura de este santo, nacido en la ciudad francesa de Montpellier, en una familia rica a principios del siglo XIV, se representa como un peregrino con capa, sombrero y bordón en forma de cruz, junto a un perro con un pan en la boca. El santo muestra una llaga en el muslo izquierdo. Se cuenta que una vez muertos sus padres, vendió la herencia, la repartió entre los pobres y comenzó una peregrinación a Roma. Cuando se hallaba en la Toscana, en la ciudad de Acquapendente, se encontró con una epidemia enorme. Él no dudó en acercarse al hospital y ayudar a todos los afectados por la peste, hasta que se contagió. Entonces se retiró a las afueras y allí, enfermo, solo y abandonado, un perro le llevaba todos los días algo de alimento y así pudo salvar su vida, que dedicó al cuidado de los demás.

A partir del siglo XV su devoción se extendió por Europa y, más adelante, por América. San Roque se convirtió, junto a San Sebastián, en el abogado por excelencia contra la peste, contra todo tipo de epidemias y en patrón de numerosos pueblos rurales, como protector de las gentes y animales.

Origen

O Foxo de Silleda, tan importante en los siglos XVIII y XIX, cuando las instituciones (ayuntamiento, estafeta de correos, cuartel?) pasaron a la villa, quedó reducido a una pequeña población agrícola y ganadera, cuyas gentes vivían del campo y para el campo. En todas las casas había animales domésticos (cerdos, ovejas, gallinas, vacas?) que eran base de la economía familiar, del sustento diario y también usados como fuerza de tiro, uncidas al arado o al carro.

Con ocasión de una peste muy grande, a finales del XIX, que afectó a los animales, hasta tal punto de que no se contaba con una pareja de vacas sanas para trabajar la tierra -en palabras de Luís Varela, vecino do Foxo, y principal valedor de esta devoción hoy día- para evitar que la pandemia continuase expandiéndose, los vecinos de O Foxo pidieron al párroco D. Domingo Antonio García Pájaro (1889-1922) que les dejase la imagen de San Roque, para que librase al ganado de la aldea de la peste. Se colocó la imagen delante de la casa de la Botica, en medio de la Calle y los animales pasaron por debajo de la misma. El remedio fue efectivo: ningún animal del Foxo contrajo el mal e incluso fueron llamadas para arar las tierras de vecinos de otros lugares y de otras parroquias, cuyos animales habían quedado afectados o muertos.

Desde esas fechas, los vecinos do Foxo, adoptaron al Santo, como su patrón y protector y decidieron celebrar una fiesta en su honor. Así pues, desde hace más de cien años, cada 16 de agosto, se celebraba la Fiesta de San Roque, hasta finales de los años de 1960 en que -por diversos y polémicos motivos- dejó de celebrarse de la manera tradicional.

En ese día señalado, a las doce de la mañana, el cura párroco celebraba una misa solemne en honor del santo en la Iglesia de Silleda, a la que asistían mucha gente de la villa y casi todos los vecinos do Foxo, ataviados con ropa de fiesta. Tras la misa, se realizaba la procesión con la imagen del Santo, por los alrededores de la Iglesia y, una vez recogida, se tomaba el vermut, como anticipo de la comida, en cada una de las casas do Foxo. Por la tarde y hasta las doce o la una de la madrugada, se celebraba una verbena amenizada con música popular.

El día de San Roque era, por tanto, la fiesta grande del pequeño lugar do Foxo. Allí, aunque eran pocos los vecinos, no había ninguna casa vacía. Desde la casa de la Sra. Gumersinda hasta la del Roxo, que tenía comercio, estaban las familias de María de Sanmartiño, Castriño, Xanvarela, (Lázara), casa grande de Martínez, Prudencio, Muiños, Capinel, Victorino, Gumersindo y Pura, Sra. Cándida, Sr. Eduardo, Angelito y Divina, entre otros. Ese día se reunían allí familiares, de todas las edades y condición que vivían fuera y también los amigos que eran invitados, para celebrar con una generosa comida el día grande do Foxo.

La fiesta

La fiesta solía celebrarse en la carretera (la N-525), a la altura del antiguo cuartel, aunque años más tarde pasó a celebrarse en el prado de Moreda, frente a la casa de Castriño. Este prado era pequeño y un poco inclinado, pero era un lugar más seguro que la carretera. Convertido en campo de fiesta, se levantaba un pequeño palco para los músicos (nunca se contrataba una banda completa), se iluminaba con una guirnaldas de bombillas y sobre la hierba recién segada se hacía el baile.

Acabada la comida, mientras los mayores degustando el café, con copa y puro, realizaban una larga sobremesa, los más jóvenes salían a pasárselo bien fuera de las casas.

Una de las costumbres tradicionales entre los chavales do Foxo y aquellos que habían ido a comer a la casa de los familiares, era jugar un partido de fútbol en aquel prado inclinado, en el que más de una vez, la pelota iba a parar al regato que limitaba el campo.

Otra de la atracciones para niños y jóvenes, eran las carreras de carrilanas, coches de madera, fabricados por los propios dueños, que se lanzaban desde la curva, un poco más arriba del antiguo Transformador y llegaban, cuesta bajo, hasta Sanfiz, Riocalvo o a Ponte da Pedra. Entre esos autos de fantasía, con ruedas bien engrasadas, volante de mano redondo o guiado con los pies, decorados con pinturas y trozos de latas de colores, con capacidad para dos o más personas, destacaba la artesana y original bicicleta de madera de Luís de Cándida.

Otra de las actividades, propias de los chavales y del verano, era ir a darse un chapuzón a alguno de los pozos de regadío de los prados vecinos. Jugar en el Sequeiro, hacer alguna trastada, ir a robar alguna fruta, fumar a escondidas?formaban también parte de la diversión.

Junto al campo de la fiesta, no faltaban algunas pequeñas atracciones feriales o puestos de venta de rosquillas, chucherías, para dar ambiente festivo. La Banda contratada, era casi siempre un grupo formado por diez o doce músicos de alguna agrupación de la zona.

La hora más animada era a partir de las siete de la tarde. Los primeros en llegar al campo de la verbena, eran los jóvenes y, más tarde, la gente mayor. Por la tarde- noche, el tramo de la carretera N525, de Silleda al O Foxo, se convertía en un paseo de gente de la villa, que se acercaba a la fiesta o venían a recoger a los hijos.Esta fiesta, si bien era propia do Foxo, la gente de Silleda la tenía como propia y los negocios de la villa, colaboraban con la comisión de fiestas, con alguna prestación económica. De esta tradición festiva centenaria, hoy solamente se conserva la comida familiar y una misa en una casa particular de un vecino del Foxo.

Fin de una tradición

Para explicar la situación actual, habría que remontarse a finales de los años de 1960, al Concilio Vaticano II y a la llegada de un nuevo cura a Silleda. En la iglesia de Silleda, había desde hace muchos años una imagen de San Roque en un altar lateral. Con el tiempo, esta imagen se había deteriorado y se decidió comprar una nueva y más grande. La Sra. Cándida, vecina del Fojo, organizó una colecta entre los vecinos y con ese dinero se adquirió el "San Roque nuevo", que sustituyó al "viejo". Años después, D. Vidal, el nuevo párroco de Silleda, decidió hacer unas reformas en los altares laterales, que a su juicio, estaban "llenos de santos" y fueron retiradas varias imágenes, entre ellas, la de San Roque. Este hecho creó un gran descontento entre los vecinos do Foxo y el párroco. Algunas de las imágenes retiradas, fueron llevadas a casas particulares y otras almacenadas en el coro de la iglesia.

Pasados unos años, a petición de Luis Varela, el nuevo párroco D. Julio, le entregó la imagen del Santo en custodia. Tras restaurarla manualmente de algunos daños, en los pies y en la cabeza, la entronizó en una sala de su casa, convertida en capilla. Desde esa fecha, en esta nueva "capilla" doméstica, cada 16 de agosto, se dan cita unas doscientas personas para asistir a la Misa en honor del Santo. Tras la Misa, celebrada por el párroco de Silleda, Luís Varela que ejerce de anfitrión y corre con los gastos, invita a los asistentes a unos melindres traídos de Villalba, quienes los degustan en una terraza con unas maravillosas vistas al valle del Toxa.

Así pues, desde hace más de veinticinco años, la fiesta de San Roque se sigue celebrando, pero solamente con una misa y comida.

Recordando aquellos años de 1950, en que los vecinos do Foxo celebraban su fiesta grande y los que entonces éramos niños, disfrutábamos tanto en esa entrañable fiesta, no estaría de más, aprovechando la proyectada remodelación y recuperación de O Foxo, volver a retomar esa tradición festiva, en la que hubiese de nuevo Misa solemne, comida familiar y verbena con fuegos de artificio, en honor a un santo tan popular y querido en el ámbito rural.

Compartir el artículo

stats