Como estamos en el ciclo festivo del verano, es decir en las fiestas del Carmen, nos unimos a este periodo de diversión y alegría, trayendo a nuestro semanal comentario: "Desde mi Atalaya", una estampa del viejo Marín de principios del siglo pasado, en el que el medio para desplazarse de un lugar a otro era en carro de caballos, y en nuestra villa, como en otras villas y ciudades, existían familias dedicada al alquiler y transporte en carro de caballos. En nuestra villa había una muy conocida, como era la "cochera de Flora", que era algo así como una central de coches que realizaban los más diversos servicios en todo tipo de viajes, ya fueran largos o cortos. Pus bien hoy recordaremos la "Cochera de Flora". ¡Tiempos aquellos de la "carrilana-exprés" y de los coches de caballos, considerados entonces como unos rápidos vehículos para hacer largos recorridos!

La conocida como la "Cochera de Flora", estaba situada en el bajo de una casa que había donde luego fue el "Ultramarinos La Campana", que realizaba toda clase de servicios para facilitar el desplazamiento de los marinenses a donde quiera que fuese. Ya se tratase de un inesperado y urgente viaje a Pontevedra con motivo de resolver alguna cuestión oficial o realizar una determinada compra, como para hacer otro tipo de itinerario más largo e inusitado, allí se encontraba siempre la fórmula adecuada para el viaje. Desde el modesto "cesto", con armazón de mimbre y cubierta de lona, un cuatro plazas económico, hasta la familiar de cabina de madera de un cajón con líneas un tanto suavizadas con ligeras curvas, confortable para seis u ocho personas, que tenían un cómodo asiento en dos bancos laterales, hasta el popular ómnibus o "ripper", con capacidad para veinte o treinta pasajeros, tirado por un tronco de seis caballos. El material móvil de la cochera era por demás satisfactorio para las necesidades de aquella época de principios del siglo pasado. Ni que decir tiene que la llamada entonces calle del Sol, después Eduardo Vicenti, y ahora de nuevo calle del Sol, era el núcleo vital de la villa, y se veía convertida en una verdadera estación de coches. Mientras unos estaban prestos para partir otros se hallaban sometidos a trabajos de limpieza, cuando no de reparación de averías y pintado, sin tener en cuenta que los mismos caballos, era frecuente verlos descansar en la calzada o hacer sus comidas con la cabeza metida dentro de un saco que contenía la ración correspondiente de forraje. ¡Y como ponían la calle!

Un día por la mañana, se presentó a la puerta de la cochera un conocido señor de porte distinguido, por cierto muy importante en la villa, y con voz más alta de la acostumbrada, llamaba: ¡Flora!, ¡Flora!, prepárame pronto un "cesto" para ir a Pontevedra, que tengo un asunto urgente. Saliendo del fondo de la cochera una mujer desgreñada con cara de dormir y rudimentariamente vestida, respondió: "¡Ay señor, canto sinto non poder facelo. Pois teño dous cabalos con gripe e os outros dous alí tumbados e ainda que lle dou de paus, non os dou erguidos". Malhumorado el señor se alejó diciendo: "Pues llama a Xixira a ver si los espabila". Y se fue calla Real abajo en busca de la Estación del tranvía, donde con un poco de paciencia podría tomar el "rápido" de las nueve para ir a la capital. Con esta vieja estampa marinense deseamos a todos felices fiestas del Carmen.