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La avenida de Campolongo

El alcalde Tafall impulsó la conexión entre las carreteras de Vigo y Marín en 1932 para ampliar el ensanche de la ciudad, urbanizar el barrio y aliviar el tráfico

La Dictadura Militar del general Primo de Rivera no movió una sola piedra sobre el solar cedido por el Ayuntamiento en 1918 para levantar el proyectado cuartel de Campolongo, con destino al 15º Regimiento de Artillería.

Quince años después, el alcalde Bibiano Fernández Tafall arrancó sobre el terreno un compromiso para la ejecución de la obra al presidente de la República, Manuel Azaña, durante una breve, pero fructífera, visita que hizo a Pontevedra, en compañía del ministro de la Gobernación, Casares Quiroga.

El regidor asumió como un reto personal la expansión de la ciudad hacia Campolongo y luchó cuanto pudo por conseguirlo. Su principal colaborador e indiscutible artífice de aquella planificación tan ambiciosa no fue otro que el comandante José Bermúdez de Castro. Tafall ya conocía bien a aquel ingeniero militar por su destacada intervención por encargo del Ayuntamiento para dirimir un engorroso pleito sobre la instalación de la traída de aguas.

A finales de 1932, toda la prensa de la época comenzó a hablar de la avenida de Campolongo como una obra clave, no solo para el entorno del nuevo acuartelamiento, sino para la descongestión circulatoria del centro urbano. Una vez conseguido el ambiente deseado para allanar su camino administrativo, el alcalde propuso su realización al pleno municipal el último día de aquel año por medio de una moción personal.

De acuerdo con la descripción aportada por Tafall, la avenida partía de la carretera de Vigo y discurría entre el solar del cuartel de Artillería y el pazo de los marqueses de Leis, hasta el cruce de Mollavao con la carretera de Marín y la bajada hacía el puerto y la ría, que estaba en fase de ejecución.

El alcalde subrayó que su construcción aportaría "grandes ventajas", puesto que no solo enlazaría las carreteras de Vigo y Marín, sino que potenciaría la zona de ensanche de la ciudad, facilitaría la urbanización del barrio de Campolongo y, además, "contribuiría a la disminución de la crisis de trabajo", un asunto que preocupaba sobremanera al Ayuntamiento.

La propuesta obtuvo el apoyo unánime de la corporación municipal, que acordó igualmente la urgente solicitud al Ministerio de la Guerra de la franja necesaria del solar destinado al proyectado acuartelamiento. Solo unos días después, el Gobierno anunció la subasta de la obra del cuartel, tal y como Azaña había prometido a Tafall. Todo iba, por tanto, miel sobre hojuelas.

El escaparate de El Globo en la calle de la Oliva, lugar de referencia de acontecimientos locales de todo signo, exhibió a principios de 1933 un croquis de la avenida de Campolongo, que despertó un enorme interés. Entonces se conoció en detalle su delineamiento paso a paso.

La nueva avenida tendría un kilómetro de longitud y 20 metros de anchura: 10 de calzada y 5 de paseo a cada lado, cerrado con arbolado. En caso de necesidad por la construcción del cuartel, se reduciría el ancho a 14 metros, y se recortaría a 8 de calzada y a 3 de paseo en cada parte.

El solar del acuartelamiento y el pazo de Leis serían los lugares más afectados por su trazado, que también incidiría en las fincas particulares de Gerardo Vázquez Gil (por la carretera de Vigo) y de Manuel Vázquez (por la carretera de Marín), así como en pequeños caminos municipales. Los más interesados en aquel proyecto fueron, naturalmente, los propietarios de los terrenos señalados y sus colindantes, hasta tal punto que mostraron su disposición inmediata a comenzar las obras por su cuenta y riesgo.

El gremio de canteros también vio en aquel proyecto una oportunidad para presionar al Gobierno en favor de su propio interés, y de una reunión celebrada en la Casa del Pueblo (Centro Obrero) para analizar la crisis derivada de la falta de trabajo, salió una comisión encargada de visitar al gobernador civil, Ángel del Castillo López, para pedir la aceleración del expediente y la consiguiente subasta de la obra de la Avenida de Compostela.

Tampoco Fernández Tafall y Bermúdez de Castro perdieron el tiempo. Tanto el uno como el otro realizaron numerosas gestiones en sus respectivos ámbitos, el primero ante las instituciones y el segundo ante los vecinos, que dieron los frutos apetecidos en los meses siguientes.

El Círculo Nacional de Firmes Especiales, un organismo dependiente del Ministerio de Fomento, autorizó el inicio de la explanación en los primeros 200 metros de la nueva vía desde la carretera de Vigo, y fijó con todo detalle el trabajo a desarrollar en dicho tramo. La obra comenzó el 3 de abril de 1933 con la implicación del propietario del terreno. Gerardo Vázquez no solo cedió el terreno necesario, sino que también asumió una parte del coste a cuenta de sus futuros beneficios por la edificación de viviendas a ambos lados.

Al vislumbrarse la ejecución de aquel proyecto, otro vecindario próximo anunció su interés por abrir una vía de bajada desde el sanatorio del doctor Caamaño (luego Colegio Inmaculada) en la carretera de Vigo, hasta su entronque con la propia avenida de Campolongo. Luciano Jaraiz fue en este caso el primero en dar un paso al frente e inicio por su cuenta la apertura de la futura calle San Pedro Alcántara.

El Ministerio de la Guerra también acogió de buen grado la solicitud del Ayuntamiento y aceptó la formación de una comisión mixta entre todas las partes, para efectuar el replanteo del terreno y fijar el alcance de la cesión solicitada. Con la construcción del cuartel ya iniciada, el ministerio formalizó la transmisión de la franja requerida.

A fin de realizar un seguimiento del proyecto y no demorar su ejecución, el pleno municipal designó una comisión especial para solventar cualquier eventualidad. El propio alcalde Bibiano Fernández Tafall, y los presidentes de las comisiones de Policía Urbana y de la parroquia de Salcedo, José Baladrón Martínez y Felipe Aparicio Díaz, respectivamente, formaron dicha comisión.

Inopinadamente la obra sufrió un revés importante en 1934, primero por la marcha del comandante Bermúdez de Castro, nombrado gobernador civil de Álava, y después por la destitución de la corporación y su remplazo por otra de distinto signo. Ambas circunstancias unidas al estallido de la Guerra Civil, terminaron por mantener el proyecto en dique seco durante bastante tiempo.

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