Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De los Fernández de la Cigoña

Mientras escribo, vuelvo a gozar la mirada del Miño desde la cabalgadura del tren, que acompaña mi andadura férrea desde Ourense y desciende caudaloso caminito del mar de A Guarda. En el bar del tren tuve el placer de compartir café con Fabricio Fernández de la Cigoña, que venía con su mujer Aurora (yo la llamaría con su permiso la bella Aurora) de la capital de las Españas, Cataluña incluida. Por fortuna yo nunca conocí a Fabricio por razón de su cardiológico oficio, sino más bien porque compartimos briosos el mismo gimnasio para sobrevivir mejor a la intemperie del paso de los años, y él es de naturaleza tan expansiva, palabreira y cordial que te haces su amigo en los primeros abdominales. Curiosa, singular y extraordinaria familia esta de los Fernández de la Cigoña, de padre periodista, de la que yo conocí en primer lugar al naturalista Estanis, un gran valor de la lucha por la naturaleza, pero antes que él creo que nació Francisco José, y después el jesuita José Ramón, más tarde Salvador, representante farmacéutico cuyo hijo Salvador tiene la más grande colección de postales de Vigo conocida, y por último el cardiólogo Fabriciano que tengo en el vagón de al lado. Sé que por medio hay una hermana cuyo nombre desconozco pero no voy a levantarme ahora a preguntarlo. ¡Salud a todos los que de ellos puedan leerlo!

De tres bares pendientes

Al llegar a Vigo hoy (ayer para vosotros), tengo varias asignaturas pendientes, no precisamente de orden intelectual ni falta que hace. Tengo que visitar tres bares reinaugurados en los últimos días de mi ausencia, con la ilusión de que les vaya bien en su reestreno. Uno es el bar España que cogieron Andrea Doval y su hija, Andrea Portela, licenciada en Políticas metida en lides hosteleras con su progenitora. Sí, hombre, es el mismo bar España en el que bebieron quizás nuestros padres y abuelos, en la Rúa Alta, el que tuvieron desde los años 70 Alicia Calvo y Amadeo Rodríguez. Andrea hija ya trabajó al lado, en el bar La Mina, y yo fui yo uno de los jurados que le dio el último premio Cociña de A Bordo de Pereira. Otro bar es el Trepia, en el 9 de la calle Carral, al lado del "Ostras Pedrín", que lo abrieron hace días los hermanos Pedro y Paula con Manuel Veiga en la cocina. Y el tercero es otro clásico del Vigo de nuestros abuelos, el Fai Bistés, que cogió el argentino-vigués Néstor Torres con su Verónica, el mismo Néstor del hotel Princesa que milita en el equipo de veteranos de rugby Melgachos Vellos, que ya dije que este sábado competirá con otro argentino.

Y del primer vermú vigués

Llegué a Vigo, bajé del tren, dejé las maletas bien puestas y, como era hora de comer, me fui a La Comidilla en la calle Palma, donde Natalia Rodríguez me había avisado telefónicamente que tenía un pollo al horno de plato del día. Llego allí y lo primero que me encuentro en la barra es una caja de vermú recién servido, de nombre Sardino, que me interesó porque es el primer vermú de la historia, que yo conozca, que se elabora en Vigo de forma artesanal, por Alejandro Atienza. Claro, tienen de excelente comercial a Jon Knorr, que sabe mucho como sommelier de todo eso. Yo no entiendo de vermús pero me dicen que se hace con 24 plantas y flores, tiene menos azúcar y es más ligero y refrescante. Y, al lado del vermú, un espumoso Brut nacido en As Neves, de Señorío de Rubió.

Compartir el artículo

stats