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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

Falso bilingüismo, neoliberalismo cierto

Contra la imposición del inglés como lengua vehicular única en detrimento de la nuestra

Participé recientemente en un acto celebrado en una escuela pública de la capital sobre eso que la Comunidad de Madrid y otras comunidades tratan de venderles a los padres de alumnos como "bilingüismo".

Según explicó en su introducción el organizador del evento, traductor y profesor de francés en la Escuela Oficial de Idiomas, ese término es engañoso y la realidad que subyace no es otra cosa que "un inglés vehicular obligatorio".

"Obligatorio, dijo, o en el camino irreversible de serlo, y además mediocre porque el inglés que han de canalizar los atribulados profesores madrileños de hoy proscribe o dificulta el uso de oraciones largas o complejas". Y, habría que añadir, del pensamiento abstracto y sobre todo crítico.

Según la Dama Comendadora de la Real Orden del Imperio Británico y punta de lanza hasta hace poco de la ideología neoliberal en Madrid, Esperanza Aguirre, no se trata de que los niños madrileños aprendan inglés, sino "en inglés".

Bueno, algo así, salvando las distancias como aprendían en inglés los infantes en las antiguas colonias británicas de Asia y de África en los tiempos de ese Winston Churchill a quien ella evidentemente tanto admira.

Cuanto más presumen de pulseritas rojigualdas y más banderas españolas ponen en nuestras plazas, menos se preocupan nuestros liberales de defender, por ejemplo, en las instituciones europeas nuestro idioma.

Está cada vez más claro que consideran el inglés el instrumento más idóneo para introducir en nuestras mentes unos valores cada vez más alejados de las humanidades y el pensamiento crítico, y centrados en el individualismo y la competencia.

No en vano esa Margaret Thatcher que tanto admira el PP, al punto de que le dedicó una calle en Madrid, se quejó de que la gente esperase siempre que la sociedad le resolviera sus problemas cuando, según ella, la sociedad no existía y sí solo los individuos.

Los intervinientes en el debate, entre los que había un gran lingüista, una ingeniera industrial y dos representantes de la asociación de docentes Acción Educativa, coincidimos en no tener nada contra la lengua de Shakespeare y sí sólo contra la pretensión de convertirla en "vehicular" para todo tipo de asignaturas.

Como afirmó hace algún tiempo el profesor de sociología de la Complutense César Rendueles, "seguramente la herramienta de discriminación social más ambiciosa que se ha ideado en España es el programa de bilingüismo de la Comunidad de Madrid".

Entre otras cosas, señalaba, porque han convertido los centros educativos en "academias de idiomas donde una parte de las materias son imposibles de impartir porque alumnos y profesores no comparten las herramientas comunicativas mínimas".

En el debate sobre el falso bilingüismo me permití leer un pasaje de un recomendabilísimo ensayo de Ngugi Wa Thiong'O ('Descolonizar la mente'. Ed.Penguin. Random House), donde ese escritor keniano hablaba de lo ocurrido con el uso del inglés como instrumento vehicular de enseñanza en África.

"El niño, escribe aquel, está ahora expuesto exclusivamente a una cultura que fue producto de un mundo extraño a él. (?) Pillarlos pequeños era un objetivo todavía más claro en el caso de los niños coloniales".

Y añade: "Después de todo, la lengua es portadora de los valores forjados por un pueblo a lo largo de un periodo de tiempo. Me parece que en un país en el que 90 por ciento de la población habla lenguas africanas, es una prueba de ignorancia no enseñarlas en las escuelas".

"Adquiriendo los procesos de pensamiento y los valores de su lengua adoptiva, el sujeto termina por alienarse de los valores que encarna su lengua materna".

Resumen, pues, de nuestro debate ante los padres en aquella escuela madrileña: nada contra el bilingüismo y menos aún contra el multilingüismo, pero todo contra la imposición del inglés como lengua vehicular única en detrimento de la nuestra, que es además también universal.

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