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Una política marroquí

La necesidad de resolver asuntos pendientes

Marruecos es uno de los dos ingredientes fundamentales del Magreb, el otro es Argelia. Separado de la Península por el estrecho de Gibraltar, la interacción ha sido constante entre ambas orillas. Somos vecinos desde siempre y los seguiremos siendo y siempre necesitaremos de la estabilidad del Magreb y en especial de Marruecos por lo que es imprescindible una política en cuyo marco se negocien y solucionen los asuntos pendientes. No es suficiente con el estado actual, de las relaciones bilaterales. Hay demasiados asuntos aparcados y silenciados que en un momento determinado emergen y abren una crisis de consecuencias imprevisibles. La figura del sultán y su gobierno dictatorial y corrupto disgusta y provoca rechazo, pero ello no excluye la aplicación del principio básico de política exterior: tener siempre presentes a los pueblos y a sus intereses permanentes, con independencia de su gobierno (lo que no excluye el trabajo diplomático discreto en favor de los derechos humanos).

Y entre esos intereses es prioritario para Marruecos, gobierne quien gobierne, la incorporación del Sahara occidental, que fue colonia española.

En el momento de la descolonización, el general De Gaulle pensó en un estado sahariano pero con buen sentido atribuyó a Argelia la parte del león del Sahara, una región en la que no había habido nunca presencia política de la Argelia mediterránea. Imaginemos qué foco de desestabilización pudo ser ese estado sahariano, poblado de escasas tribus tuaregas, sometido a ambiciones de vecinos y recorrido por todas las agencias imaginables de la droga y del yihadismo.

Un estado del Sahara occidental nunca fue, afortunadamente, posible salvo, quizás, en el tardofranquismo, un estado fantoche que no sobreviviría a la rivalidad argelinomarroquí. Hay que acabar con ese apoyo vergonzante e incoherente a un extremismo político saharaui, sostenido por Argelia que esconde mal, con su apoyo, la ambición de una fachada atlántica y reconocer que a los intereses españoles y en concreto a los de Canarias conviene una costa atlántica dominada por Marruecos, un vecino a quien conocemos bien y con el que se puede negociar. Y no por una entidad artificial con la que sea posible la presencia terrorista y/o pirata en el océano y el desencadenamiento de una inestabilidad general en la región. Por otra parte Marruecos, a diferencia de Argelia, tuvo con frecuencia importante presencia en pleno Sahara (recordemos su victoria en 1591 sobre el imperio de Songhay)

Otra cosa es el apoyo humanitario a los saharauis a los que hay que sacar de los guetos del desierto y darles, por ejemplo, pasaporte español, sin otros requisitos, y negociar con Marruecos una instalación segura de los que decidan permanecer en su tierra.

Finalizo con dos consejos al presidente Rajoy: no exija en Gibraltar lo que no esté dispuesto a conceder en Ceuta y Melilla. Y entregue a Marruecos el islote de Perejil (y cancelar así la ridícula performance belicista de los señores Aznar y Trillo), abriendo una política global con nuestro vecinos meridionales en la que se aborden con decisión los contenciosos pendientes y tratándolos como lo que son, los herederos de una gran tradición estatal y cultural, no como el "moro", configurado por nuestros prejuicios, que no existe ni existió nunca.

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