Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Daniel Capó FdV

9 de agosto de 1942

Una regla universal nos dice que, casi en cualquier ámbito, las personas excepcionales son aquellas no viven de acuerdo con los valores de su tiempo, sino las que siguen un camino solitario, muy a menudo en contra de los gustos, costumbres y opiniones de la mayoría. Algo de eso debió percibir Nietzsche cuando observó que hace falta ser muy fuerte para llegar a actuar con libertad de criterio frente a lo que cada época considera bueno o malo, correcto o incorrecto. En el caso de los escritores es muy obvio: no se escribe acompañado, ni debería hacerse al servicio de los intereses de una ideología determinada, sea o no mayoritaria. En Cervantes podemos rastrear el Barroco español, pero Cervantes no solo es el Barroco español; del mismo modo que Shakespeare no queda constreñido únicamente a la Inglaterra isabelina. Hay, diríamos, un "más" que no se puede reducir a ninguna explicación sociológica, histórica o cultural y que caracteriza a los destinos singulares. Tal vez lo podríamos llamar el cuño de la libertad.

Estos días de verano, he recordado la figura de Edith Stein: una carmelita judía alemana que murió martirizada en ese siniestro icono de la Historia que fue Auschwitz. Discípula del gran filósofo Edmund Husserl -ella, de hecho, fue la primera mujer que se doctoró en Filosofía en Alemania-, se hizo católica como consecuencia de un peculiar itinerario intelectual que la llevaría finalmente, junto con su hermana Rosa, a profesar como religiosa en la orden que había reformado santa Teresa de Jesús. Ocultas durante el nazismo en el convento de Echt, en Holanda, fueron detenidas en agosto de 1942 y deportadas a un campo de concentración. En aquel momento, Edith preparaba un libro sobre san Juan de la Cruz titulado Ciencia de la cruz, que buscaba iluminar la fe desde la perspectiva filosófica que había aprendido de sus maestros alemanes. Algunos testigos del Holocausto, como la enfermera holandesa Etty Hillesum, cuentan que la vieron rezando el rosario en el campo de Westerbork, con su hábito de monja al que llevaba cosida la estrella amarilla. Moriría apenas unos días más tarde, el 9 de agosto, gaseada en Auschwitz al igual que su hermana Rosa. Sus restos fueron lanzados a una fosa común, como los de otros miles y miles de víctimas de la Shoah. Canonizada por Juan Pablo II en1998, santa Teresa Benedicta de la Cruz -tal era su nombre de religiosa- fue declarada copatrona de Europa. Joseph Ratzinger dijo que las personas como ella, "que no estaban sujetas al poder del mal, ahora aparecen ante nosotros como luces en una noche oscura".

Son palabras rotundas que nos recuerdan la importancia de mantener la dignidad en todo momento y de defender la libertad de conciencia incluso cuando nos enfrentamos a las circunstancias más sombrías. El martirio de Edith Stein, un 9 de agosto de 1942, nos muestra cómo el testimonio de la verdad se oculta en estas vidas singulares que no aceptan someterse a los dictados de su tiempo ni sujetarse a las órdenes de los poderosos ni aplaudir los movimientos de las mareas humanas. Vivió y murió en la medianoche del siglo XX, como un cordero llevado al matadero de los totalitarismos, sin renunciar a la libertad íntima de su pensamiento y de su credo. Y fue esta libertad, que preservó hasta su muerte, la que adquiere entonces todo su significado. Porque nos enseña que siempre serán unos pocos los que salvan nuestra humanidad cuando el hombre y la sociedad enloquecen.

Compartir el artículo

stats