Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De vuelta y media

La Transición que pilotó Queizán

Un alcalde forjado en el Frente de Juventudes evitó la zozobra del Ayuntamiento en un tiempo arduo y se ganó el respeto de la izquierda por su talante caballeroso

La Transición en Pontevedra se llamó Joaquín Queizán Taboada. Ningún otro político como él personificó tan bien qué fue y qué significó aquella etapa de la historia reciente. Un camisa azul morado al frente del Ayuntamiento que pilotó con templanza aquella travesía del desierto hasta la tierra prometida que se llamó Democracia.

El acceso a la alcaldía de Queizán el 1 de febrero de 1974 marcó el inicio de la Transición en esta ciudad, con cierto adelanto sobre su comienzo formal tras la muerte de Franco. Ese punto de partida respondió a una manifestación que el nuevo regidor pontevedrés realizó a FARO el mismo día de su toma de posesión y que dio la vuelta a España a través de la agencia informativa Europa Press.

"Probablemente la designación de alcalde -declaró a este periódico- debiera realizarse mediante consulta al pueblo. Eso le daría, efectivamente, un mayor alcance popular".

Quizá para compensar semejante atrevimiento, Queizán citó una máxima de José Antonio Primo de Rivera en su discurso de toma de posesión para comprometer un talante abierto: "No hay camino, por amargo que sea, más fecundo que aquel que llega a través de la crítica".

Luego hizo dos cosas inhabituales en un alcalde recién investido. Por un lado, habló muy bien de su antecesor, Augusto García Sánchez, más allá del estricto protocolo. Por otra parte, anunció una etapa de continuidad en el Ayuntamiento, "nada de borrón y cuenta nueva"?.

Estos desconcertantes inicios no le impidieron afrontar los problemas más importantes, empezando por una revisión del Plan General de Ordenación Urbana de 1970, cuya primera fase se encargó al arquitecto pontevedrés José Martínez Sarandeses.

De cara a 1975, un año histórico, Queizán priorizó en su hoja de ruta cuatro ambiciosos proyectos que cumplió a medias: una estación de autobuses en la avenida de Vigo, un mercado de ganados, un complejo deportivo en A Xunqueira y una red arterial para solventar el problema del agua.

Alfredo G. Alén, Germán de la Iglesia, Bernardino Rodiño, Pedro A. Rivas, José Pablo Acuña, Emilio Fernández, Eladio Portela y Manuel Abalo, integraron el primer equipo de gobierno elegido por el propio alcalde. De entre todos ellos, el periodista Rivas Fontenla siempre fue el más incisivo con Queizán, y entre el resto de la corporación, Argimiro Rivas Castiñeiras y Julián Garcia Cacho ejercieron de auténticos pepito grillo con sus innumerables y puntillosos ruegos y preguntas al final de cada sesión plenaria.

El pleno municipal del mes de octubre expresó su preocupación por el estado de salud de Franco, y transmitió su adhesión inquebrantable al príncipe Juan Carlos. Un mes después, a la una del mediodía del 20 de noviembre, siete concejales sobre un total de diecinueve excusaron su asistencia al pleno extraordinario que mostró su pesar por la muerte del Caudillo.

A 31 de diciembre de 1975, el inventario de bienes municipales ascendió a 522.193.839,21 pesetas, y la Transición se puso en marcha de facto.

De acuerdo con los mecanismos legales que Franco dejó "atados y bien atados", la Junta Municipal del Censo Electoral abrió el proceso de renovación de ayuntamientos, diputaciones y cabildos. El juez municipal, Paulino Piñeiro Cameselle, certificó la única candidatura de Joaquín Queizán Taboada a la alcaldía de Pontevedra. Por tanto oficializó su proclamación automática.

Queizán tomó posesión de la alcaldía por segunda vez el 1 de febrero de 1976, exactamente dos años después de su primera elección, y juró su acatamiento a los principios básicos del Movimiento Nacional. Adolfo Suárez hizo lo mismo como ministro Secretario General del Movimiento y pocos meses después procedió a su voladura controlada.

Antonio Puig Gaite, el poder no tan en la sombra durante tantos y tantos años en Pontevedra, fue nombrado el 20 de marzo de 1976 como presidente provincial de la Unión del Pueblo Español (UDPE), primera asociación nacida de las cenizas de aquel Movimiento Nacional y enseguida constituida en partido ante la inminencia de unas elecciones generales.

Aquella delantera tomada por los franquistas sobrevenidos en demócratas en tiempo récord, sirvió de mucho a quienes apostaron por UCD, pero valió de poco a quienes optaron por AP, como el propio Puig.

El presidente de la Diputación, José Luís Peláez Casalderrey, que también permaneció en el cargo desde el principio hasta el final de la Transición, tuvo un día el atrevimiento de pedir en las Cortes un régimen especial para Galicia, pero nadie le prestó la menor atención. Y otro tanto le ocurrió a Javier Yuste Grijalba, quien solicitó el cierre de Celulosas cuando desempeñaba el cargo de jefe provincial de Sanidad.

La aprobación por el Tribunal Supremo del Plan Parcial de Monteporreiro. La reversión de la antigua infraestructura ferroviaria, incluida la vieja estación. La recepción oficial del Polígono de Campolongo. La creación de una fundación para regir el Pabellón de los Deportes. El rechazo de los trazados Norte y Sur de la Autopista del Atlántico a su paso por Pontevedra. La cesión de terrenos en Monte Carrasco para un cuartel de la Guardia Civil?.

Estos fueron los asuntos de mayor enjundia municipal entre 1975 y 1978. Queizán hizo cuanto pudo, que no fue mucho; pero tampoco causó ningún estropicio. Su buen talante le valió una segunda carrera política con el advenimiento de la Democracia. Otro milagro de la Transición.

La estabilidad del Ayuntamiento con el bastón de mando de Queizán contrastó mucho con la inestabilidad del Gobierno Civil. Nada menos que cinco inquilinos tuvo en solo cuatro años: Manuel Arrollo Quiñones, Fernando Pedrosa Roldán, Benito Sáez González-Elipe, Gervasio Martínez Villaseñor y Faustino Ramos Díez. Esta provincia resultaba entonces bastante conflictiva a ojos vista del Gobierno de turno en Madrid.

"Pío se ha hecho un lío" fue el primer artículo de una serie magnífica que el inolvidable Manuel Lueiro Rey escribió entre 1977 y 1978, luego reunida en "Crónicas de una transición intransigente". Pío Cabanillas daba vueltas y más vueltas a qué carta jugar para gozar de otra vida política. Entonces comenzó a fabricar su particular leyenda de oráculo infalible, dado que acertó con su integración en UCD.

Compartir el artículo

stats