Ciertos símbolos grabados en los petroglifos vigueses representan las primeras formas de escritura de un lenguaje con rasgos ideográficos. Un simple icono significa una idea para la que se necesitarían varias frases escritas. ¿Tenía aquella sociedad atlántica el nivel de desarrollo suficiente para poder expresarse a través de estos símbolos para sus relaciones en el céltico corredor marítimo? Sabemos que este tipo de comunicación gráfica era interpretada sin necesidad de hablar la misma lengua.

Con el tiempo el poder se hizo dueño del arte de escribir y las letras. La escritura de las cancillerías fueron el brazo de la potestad que daba órdenes, condenas y recompensas. Todavía hoy, las letras medievales del pergamino de Martín Códax serán utilizadas en Vigo para el boato electoral del Poder. Desde España se enviaron a América expertos calígrafos y documentalistas, imprentas completas con maestros impresores y tipógrafos a su frente. La imprenta y el libro, como armas culturales del poder imperial, acompañaron a los españoles a lo largo de varios siglos en su dominio colonial. El libro era la expresión de un sagrado mensaje colonizador. La Inquisición y el franquismo hicieron todo lo demás. Hoy la escritura sigue siendo el arte mayor de la civilización, en un mundo cuya capacidad de lectura no se desarrolla acorde con la evolución de la sociedad, lo que podría conducirnos a una regresión de embrutecimiento cultural y a un estatus social de barbarie de moda.

El mercado nos estimula a reemplazar nuestros hábitos culturales de la cotidiana lectura en papel de libros y periódicos por los nuevos sistemas. Ese mercado nos seduce a encerrar nuestra vida en la rueda interminable del comprar-tirar-comprar, para reducir deliberadamente nuestro horizonte a una pequeña pantalla. El bazar de la imagen trata de vendernos moda de figuración y poquitas letras, como un asedio de la distracción. Los libros ya no se escapan a esta moda y ésta es la gran amenaza del libro impreso. La sociedad tiene que comprometerse y ayudar a que el libro gane la batalla en la lectura literaria, con la letra de la libertad en la escritura impresa, la que realmente desarrolla nuestra inteligencia, la que estimula nuestra mente, nuestra memoria. Veo la irrupción de las tecnologías como un gran avance y no como una amenaza, pero nunca como sustitución del soporte de la lectura en papel. Los libros o la prensa impresa no pueden pagar las consecuencias de las reglas de un mercado que conduce al lector a permanecer en la superficie de lo que pasa ante su vista, sin crear una reflexión ni un pensamiento sosegado. Algún día habrá que descifrar los milenarios mensajes escriturales de aquellos petroglifos vigueses, y leer más, mucho más. Por eso recomiendo pausada visita a la Feira do Libro en Príncipe, bajo la enseña: "Larga vida al libro impreso en papel".