Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

El fútbol y otras tempestades

Durante la semana pasada soplaron en esta esquina del mapa vientos marinos huracanados según la clasificación que estableció Sir Francis Beaufort allá por 1805 para aquellos que superan los 118 kilómetros por hora. Aquí, en momentos de especial intensidad, llegaron a marcar los 182, lo que casi los equipara a los ciclones tropicales. Como resultado de la furia del aire, se arrancaron árboles, cayeron cornisas, se doblaron postes eléctricos de alta tensión, volaron techumbres de estadios de fútbol, se rompieron espigones de puertos, y naufragó un pesquero de Cariño frente a la costa de Luarca, aunque pudieron se rescatados con vida sus 13 tripulantes.

Las autoridades, como es lógico en estos casos, adoptaron medidas de prevención para evitar males mayores a la ciudadanía cerrando el acceso a parques y jardines y prohibiendo acercarse a los lugares de la costa donde batían olas enormes. La alerta duró varios días y mientras no amainó la fuerza del viento se hicieron constantes invocaciones a la prudencia y a "no bajar la guardia" expresión muy de moda que parece indicar que nos pasamos la vida boxeando contra alguien indeterminado. Ante un fenómeno meteorológico de semejante magnitud lo normal hubiera sido que la mayor parte de las conversaciones girasen alrededor del mismo y de sus consecuencias. Pero no ocurrió tal.

El objetivo de atención de los medios se centró en la suspensión de los partidos de fútbol que debían disputar el Deportivo contra el Betis y el Celta contra el Madrid. El primero de ellos el viernes al desprenderse una parte de la techumbre del estadio por la fuerza del temporal, y el segundo el sábado por las mismas causas. La suspensión del Deportivo-Betis y su subsiguiente aplazamiento no alentó mayor polémica. Excepto una critica ritual del PP al alcalde de la Marea (por no haber realizado todavía las necesarias obras de reparación que no hicieron las anteriores corporaciones del PSOE y del propio PP), no se oyó una voz más alta que otra, y todos los implicados estuvieron de acuerdo en que era más importante la seguridad del público que la celebración de un partido de fútbol.

Todo lo contrario de lo sucedido en Vigo, donde el Real Madrid montó en cólera por la suspensión acordada por el alcalde y recurrió a todo tipo de argumentos para conseguir que el partido se celebrase. Una tarea en la que contó con la entusiasta colaboración de la prensa deportiva madrileña y de los tertulianos más excitados. Primero propusieron ayudar a los bomberos vigueses a reparar provisionalmente los desperfectos (don Florentino Pérez es ingeniero y presidente de una importante constructora), después pidieron celebrar el partido en otro lugar, y por último la tomaron con el alcalde de la ciudad.

Según los tertulianos, don Abel Caballero es un furibundo hincha del Celta que aprovechó astutamente los destrozos que hizo el viento en la cubierta del estadio de Balaídos para acordar la suspensión y evitar así que un Celta con el equipo suplente (el miércoles próximo juega las semifinales de la Copa del Rey) fuese fácil víctima de la poderosa escuadra madridista. Una tesis, esta última, que fue inmediatamente jaleada desde Barcelona. Cuando sopla con fuerza el viento de la demagogia proliferan los aventados.

Compartir el artículo

stats