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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El misterio

Uno de los misterios más interesantes de los que aún permanecen por aclarar en el mundo de la política es el que se refiere al motivo por el cual, casi de repente, ha desaparecido el afán generalizado en las fuerzas políticas para reformar la Administración Local. Dicho en su sentido más amplio, que comprende la Municipal y la Local: a la primera se le ha colocado la etiqueta de buena gestora y a la segunda de ente útil siempre y cuando se gobierne de forma adecuada.

En realidad, ninguna hace lo que sus exégetas ocasionales dicen. Los concellos siguen teniendo los mismos problemas de siempre, sobre todo los que suponen servicios públicos deficientes -que son la mayoría- y aunque muchas de sus cuentas cuadran, es solo la excusa de sus glorificadores para serlo; eso no se debe a que administren bien cuanto a que han aumentado su presión fiscal y/o su capacidad recaudatoria, por un lado, y a la vez el Ministerio de Hacienda, gracias a que su hucha está más llena, paga antes y mejor. Pero el mapa, obsoleto, sigue sin recoger fenómenos nuevos como las Áreas Metropolitanas y manteniendo antiguallas que, como las Diputaciones, apenas sirven para otra cosa que para aliviar nóminas en los partidos.

Ese cuadro, que naturalmente es opinión personal de quien la expone, se debe pues a razones de tipo político -o mejor dicho partidario- que a cualquier otra de interés general. Que el número de municipios españoles, y sobre todo gallegos, deberían reducirse a menos de la mitad por motivos de eficacia y eficiencia es una verdad medible y no necesita más pruebas que la observación. Y que las diputaciones son imprescindibles para los concellos pequeños una excusa de quienes las usan para colocar a sus ahijados sin suerte electoral.

En este punto hay un dato pintoresco: quienes hace solo un año pedían otro mapa, cesaron en sus demandas porque las últimas elecciones locales cambiaron la situación: ahora mandan ellos y nadie renuncia a lo que le viene bien, sean concellos o corporaciones provinciales que dan poder, presupuesto y ornamento. Y los que lo tuvieron lo saben, lo quieren recuperar y por eso tampoco exigen que se cambie el modelo.

Pero hasta en un país como este la razón termina por imponerse, y por eso tarde o temprano la reforma local, como la electoral se llevará a cabo. Eso sí: mientras llega, aportará ejemplos de cinismo, cuando no de pura y simple desfachatez, para escándalo de despistados y sorpresa de incautos. ¿O no?

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