Una de las figuras más relevantes en el ámbito de la Historiografía Lingüística mundial es, indiscutiblemente, el humanista andaluz, que en el año 1492 finalizó la obra que tiene por título "La gramática que nuevamente hizo el maestro Antonio de Lebrixa sobre la lengua castellana". La primera gramática de una lengua vulgar, y a la vez un tratado de planificación lingüística, que será la base de la mayor parte de las futuras contribuciones ibéricas de carácter gramatical.

Y "cuando bien conmigo pienso muy esclarecidos lectores", una cosa saco por conclusión: "siempre la gramática fue el arte de hablar y escribir correctamente una lengua".

Este concepto y definición, debido a la barbarie que se comete a diario con todas las disciplinas humanísticas (tan necesarias y obligatorias, para que el conjunto de la sociedad sea más ilustrada), se ha eliminado y se ha optado por rótulos como "Comunicación", "Expresión oral y escrita", "Técnicas de expresión"... y otros eufemismos, bajo los que se esconde la premisa falsa de que se puede hablar y escribir una lengua sin unos mínimos conocimientos gramaticales.

Todas estas reflexiones vienen a colación porque en los antiguos territorios, ocupados por la civilizaciones tartesia y fenicia, se acaba de cometer la torpeza de promover aberraciones lingüísticas, que conllevan errores graves como decir "muchísima ciudadanía" o confundir a los agentes que coordinan ("coordinadores") con la acción y efecto de coordinar ("coordinación") o bien a borrar del léxico a los andaluces ("los naturales de Andalucía"), personas físicas que ejercerán su derecho a voto en próximas elecciones.

Hay que esperar que normativas imbéciles como la presente no se imiten en los territorios pertenecientes a la antigua "Gallaecia".