Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De vuelta y media

Babami, contadora de Hacienda

Carmen Peón Carrera fue la primera mujer que ocupó un cargo en la Delegación de Pontevedra en 1920, y vivió con los Muruais en la Casa del Arco hasta su boda con Jesús Andreu

Babami fue una chica bien, que no se conformó con una vida plácida y acomodada en razón de su nacimiento. Pontevedra se cruzó en su destino, que no estaba escrito, y se convirtió en la primera contadora de la Delegación de Hacienda hace casi un siglo.

Carmen Peón Carrera perteneció a esa valerosa estirpe de heroínas anónimas cuya memoria se honró esta semana con la celebración del Día Internacional de la Mujer. Hija de Pilar Carrera Picó, ahijada del general Prim, y de Primitivo Peón González, juez y abogado del Estado. Con su lengua de trapo, su hermano menor Rafael empezó a llamar Babami a Carmen y Babami le quedó de por vida.

Madrileña de nacimiento en 1892, disfrutó de una feliz infancia y adolescencia en San Sebastián. Hasta allí se trasladó la familia después de que su padre asumió su incapacidad para firmar una pena de muerte. Entonces aceptó su designación como representante de la Compañía Arrendataria de Tabacos (luego Tabacalera). No hubo un solo estanco de pueblo en la zona que no recibiera su visita puntual para conocer su marcha.

Hombre competente y emprendedor, fundó después Bodegas Riojanas con su cuñado Rafael Carrera en Cenicero (Álava), y con el viticultor francés Charles Lambert, ayuda clave en la elaboración de unos caldos excelentes. Viña Albina, por ejemplo, se llamó así en honor de Albina, la mujer de Rafael, y la etiqueta de determinadas cosechas portó un peón en alusión al apellido de Primitivo.

Concepción Arenal había sentenciado que una mujer en la España de su tiempo solo podía ser reina, estanquera o maestra. Lo primero no estaba al alcance de Babami, pero sí las otras dos opciones. De entrada eligió maestra e ingresó en la Escuela Normal. Para entonces ya dominaba el francés a la perfección por vecindad geográfica.

Luego se hizo enfermera, que tampoco estaba mal visto, para desarrollar su vocación de servicio. Y sin conocimiento de su padre preparó una oposición a contadores de Hacienda. La sorpresa familiar resultó mayúscula, no tanto por aprobar el examen, sino por su firme convicción de ocupar la plaza ganada.

Su padre encontró pronto la forma de encauzar la situación: Babami tomó posesión como contadora, pero no eligió un destino cualquiera, sino Pontevedra. Aquí residía la familia de su padrino, Jesús Muruais Rodríguez, gran amigo de don Primitivo. Bajo su protección llegó Babami a esta ciudad a finales de 1920 para vivir con los Muruais en la célebre Casa del Arco.

La Delegación de Hacienda de Pontevedra había dejado atrás su aspecto interior de caserón vetusto, tras sufrir una importante remodelación. De modo que Babami estrenó unas oficinas aseadas y luminosas en donde desempeñó su trabajo con reconocida laboriosidad.

Andrés Muruais acompañaba a Hacienda todas las mañanas a Babami, y luego regresaba al mediodía en compañía del propio delegado, señor Jordán.

Por las tardes era la señora de Muruais quien se encargaba de su custodia en las salidas al cine mudo del Café Moderno, los bailes de los sábados en el Liceo Casino, o tomarse un helado del Bar Carrillo. Babami causó sensación entre la buena sociedad pontevedresa, pero siempre se cuidó mucho para no dar que hablar.

Cuando llegó de vacaciones por primera vez a su casa familiar de San Sebastián, Babami proclamó su rendido amor por Pontevedra; la segunda vez anunció su deseo de casarse con Jesús Andreu Lázaro, jefe del Servicio Agronómico Provincial.

Su boda en la capital vasca el 13 de junio de 1922 tuvo el reflejo oportuno en la crónica de sociedad y el matrimonio estableció su domicilio en un piso frente a Las Palmeras. Allí vivieron muy felices los tres años siguientes. Babami pidió una excedencia en Hacienda y allí nació su primer hijo Lorenzo, que falleció pocos días después. Y nació también en Pontevedra su hija Carmen, tres meses antes de la marcha definitiva a Madrid del matrimonio Andreu-Peón a finales de 1925.

Jesús Andreu pasó a ocupar un cargo en la Dirección General de Agricultura del Ministerio de Fomento, después de colaborar en programas ganaderos con la Diputación Provincial. Desde Madrid ayudó cuanto pudo al desarrollo de la Misión Biológica y en 1933 ascendió a ingeniero jefe de primera clase. Esa actividad desempeñaba cuando estalló la Guerra Civil.

Profesional competente y hombre callado, la terrible contienda situó a Andreu Lázaro en terreno de nadie: apartado primero por los republicanos y expedientado después por los franquistas. Valerosa como era, Babami pidió el reingreso en Hacienda para garantizar la economía familiar, mientras su marido empezó a trabajar en una compañía de seguros. Su rehabilitación profesional tardó en llegar, pero al fin se produjo, y en 1952 Andreu ocupó la presidencia del Consejo Superior Agronómico.

Un librito familiar hecho con amor por su hija Carmen Andreu Peón reconstruyó la admirable historia de Babami, una adelantada a su tiempo, casi una sufragista. No tuvo reconocimiento público alguno, ni falta que le hizo. En cambio, sí recibió el agradecimiento de no pocas familias pontevedresas a las que prestó su ayuda desinteresada, incluso con riesgo de su propia vida.

Compartir el artículo

stats