Gregorio IV, fundándose en las visiones del Apocalipsis, instituyó la fiesta de Todos los Santos para celebrar y honrar a los santos, los difuntos que disfrutan de la visión beatifica, y la de los Fieles Difuntos para socorrer con las buenas obras y oraciones a los muertos que aún están purificando su alma en el purgatorio para que, cuanto antes, puedan gozar en el cielo de la visión beatífica. La fiesta de Todos los Santos es la cristianización de Samahaim, la fiesta celta en memoria de los antepasado

El día 1 de noviembre, los celtas apaciguaban los poderes del otro mundo y propiciaban la abundancia de las cosechas con la celebración de la fiesta Samahaim, la cual era, para unos, el comienzo del invierno, y para otros, el final de verano; en todo caso era el principio de una nueva gestación y de un periodo de intensa comunicación entre los habitantes de éste y del otro mundo. El día del Samahaim, los celtas encendían el primer fuego, origen de todos los fuegos. Con él se encendían, a su vez, todos los fuegos de la isla. Se reunía una gran multitud porque era una fiesta obligatoria. Quien no asistía corría el peligro de perder la razón. Los celtas, durante el samahaim, bebían hasta perder la razón. La fiesta era para los celtas una concentración de lo sagrado en un tiempo y en un lugar determinados. Los mitos afirman que era el momento en el cual se habían producido grandes acontecimientos cósmicos, y cuando tenía lugar la muerte tanto ritual como simbólica del rey y su reemplazamiento. Las ceremonias festivas actualizaban, celebraban y comentaban el origen mítico y la continuidad del mundo.

Por las mismas fechas, los romanos celebraban las saturnales. El mundo de los espíritus se entreabría y salían personajes de pesadilla, las almas tenues, los cuerpos que habían sido enterrados y las sombras. Todos se nutrían de los platos depositados sobre las tumbas. Durante la preparación de parentalia, los romanos ofrecían a sus muertos, que habitaban las profundidades de la laguna Estigia, granos de sal, el don de Ceres (pan), violetas esparcidas sobre las tumbas, ramas de árboles como el pino, pero sobre todo, piedad para con ellos. Las Constituciones Sinodales gallegas dicen que, en el velorio, el día de los Fieles Difuntos y en algunas otras ocasiones, los gallegos ponían mesas en las iglesias, comían hasta encima de los altares y bailaban. Y en el siglo XVI, el día de los Fieles Difuntos, los pobres comían, entre otras cosas, los restos de las castañas de los señores (Synodicum Hispanum, I. Galicia).

El samahaim perdura en Irlanda como fiesta rural que celebra el haber espantado el fantasma del hambre después de llenar los graneros con la recolección reciente. El día de 1 de noviembre tiene lugar en Cataluña la Castañada, en Las Alpujarras la Mauraca y en Galicia el Magosto. Siempre se pudieron celebrar en casa, al lado del fuego del hogar, en algún rincón del pueblo; pero su lugar originario fue el monte. Los celtas no tenían templos en el sentido latino de la palabra templum; celebraban sus fiestas y sus ceremonias rituales en un claro del bosque, en el nemeton. Resulta, pues, por una razón u otra, que el bosque y el templo eran, para los celtas, nociones equivalentes o intercambiables. "Los gallegos no tienen templos sino naturaleza", escribió Vicente Risco. El vino en el magosto, el moscatel en la castañada y el aguardiente en la mauraca corrían, hasta tal punto, que la mente de muchos participantes se licuaba. Muchos comensales del banquete funerario, práctica común en muchas culturas, terminaban borrachos.

Los colonos escoceses e irlandeses llevaron el Samahaim a los EE UU en donde se le ha llamado Halloween, es decir, víspera de todos los santos. Halloween no se diferencia esencialmente nada de la fiesta del marisco o de la empanada, inventos de los grandes almacenes o de los productores de materias de consumo. Halloween es el nombre que dan al Samahaim o al magosto los que ignoran la historia y vacían los ritos de su contenido para convertirlos, tal vez contra su voluntad, en puros eventos comerciales sin significado, cascarones vacíos.

El Magosto es la continuación del Samahaim celta: un memorial de los antepasados, celebrado en circunstancias diferentes, consumiendo productos del momento y de la tierra. Todos los Santos es el memorial de los antepasados atrapado por las estructuras de la teología cristiana. En todo caso, está mucho más cerca de la fiesta original que el Halloween traído de EEUU unidos por quienes se creen creadores de cultura pero no son más que importadores de cascarones vacíos.

*Antropólogo y teólogo.

Su libro "El fútbol (no) es así", próximamente en librerías