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De vuelta y media

La Granja Monteporreiro

Impulsado por Casimiro Gómez y dirigido por Francisco Hermida, fue el centro agropecuario más premiado de Galicia a finales de los años 20

Antonio Feijóo García apalabró el sábado 6 de octubre de 1900 la venta de Monteporreiro (entonces separado: Monte Porreiro o Porreiro a secas), lugar también conocido como alquería de San Antonio Abad, por 100.000 pesetas al indiano Casimiro Gómez Covas en el despacho de José Riestra López, ubicado en la calle Michelena.

La operación se materializó cinco días más tarde en la notaría de Valentín García Escudero, donde el marqués de Riestra actuó como apoderado de Casimiro Gómez y entregó en moneda cantante el importe pactado a Antonio Feijóo. Tal cantidad de dinero era una verdadera fortuna, pero la propiedad lo valía y quizá más también.

La vocación agrícola de la Granja Monteporreiro se remontaba unos cuantos años atrás. A finales del siglo XIX se había convertido en un centro de referencia del ámbito agropecuario. A iniciativa de Eduardo Vincenti, por ejemplo, los alumnos de la Sociedad Económica de Amigos del País, pasaron por sus instalaciones para recibir algunas nociones prácticas por parte de sus capataces y operarios.

Villa Buenos Aires, la gran mansión que acondicionó don Casimiro sin escatimar ningún gasto en el lugar más emblemático de Monteporreiro, se convirtió en la niña de sus ojos. Enseguida mostró el opulento industrial un especial interés en levantar un gran centro termal, a cuyo servicio puso su poderío económico y su influencia social. Por allí pasaron las personalidades más relevantes de aquel tiempo.

El gran diploma de honor y la medalla de oro que las aguas minero-medicinales Lérez obtuvieron en la Exposición Internacional de Higiene de Madrid en 1907 colmaron sus mejores expectativas y popularizaron la marca pontevedresa.

Durante las dos primeras décadas del siglo XX, la granja permaneció en un segundo plano frente al esplendor del balneario, cual cenicienta de su singular historia. Tras el declive inevitable del emporio termal, inmediatamente tomó su relevo el centro agropecuario, que asomó con fuerza durante la Dictadura de Primo de Rivera.

No cabe hablar en este caso, sin embargo, de un reciclaje propiamente dicho, puesto que don Casimiro ya contaba en Argentina con varias instalaciones ganaderas, tanto de cría de razas muy preciadas, como de obtención de productos derivados. Más bien se trató de una adaptación natural a los aires derivados de aquel cambio político que sacudió España.

El presidente de la Diputación, Daniel de la Sota, se volcó con el sector agropecuario, del que no solo estuvo siempre muy cerca por querencia personal, sino que también se sintió una suerte de apóstol incansable. Como una forma de estímulo al sector, desde 1925 puso en marcha De la Sota una serie de concursos ganaderos que enseguida gozaron de notable predicamento.

La Granja Monteporreiro resultó la gran triunfadora del primer certamen regional que tuvo lugar el 1 de noviembre de aquel año, en que obtuvo diez premios a sus razas puras de aves, concejos y productos agrícolas. A partir de entonces se convirtió en la granja más premiada de Galicia.

Al igual que ocurrió con su imponente centro de aguas medicinales, Casimiro Gómez Covas no promovió un simple establecimiento avícola con fines industriales. Fue más lejos. A través de sus hombres de confianza, principalmente su yerno Estanislao Durán y su cuñado José Palmés, impulsó un auténtico paraíso agrícola y ganadero.

La persona clave de su nuevo emporio fue Francisco Hermida, primero administrador y luego director, quien seguramente provenía de la familia propietaria en su día de una parte de Monteporreiro hasta su compra por Antonio Feijóo. Siempre al pie del cañón, aquel hombre providencial cuidó con mimo todas las instalaciones para despertar la admiración de propios y extraños.

"El magnífico aspecto que presentan tanto animales como plantas, prueba una experta dirección y un amoroso celo al servicio de esta granja de fases numerosas y variadas", señalaba la publicidad de la época.

Escuela de cría de aves, de instalación de gallineros y de manejo de incubadoras, plantación de viñedos por sistemas ultramodernos, frutales y hortalizas variadas y bien cuidadas que no tenían nada que envidiar a sus primos valencianos, establos de cerda y vacuno con todos los adelantos, campos de maíz?.Todo esto y más atesoraba aquella granja modelo.

No solo había de todo, sino que todo lo que había era de la mejor calidad. Lo mismo anunciaba aves, cerdos y conejos de distintas razas y variedades, que artículos y accesorios para la avicultura en general, desde las incubadoras Buckeye y Royal, hasta la harina de pescado Atlántic para alimentación adicional de cualquier ganado.

Por si todo esto fuera poco, en 1929 también se convirtió en punta de lanza de la campaña impulsada por la Comisaría Regia de la Seda, con la plantación de quinientas moreras para la cría de gusanos de seda. Como afición caló mucho, pero como industria nunca despegó en Galicia.

La Granja Monteporreiro alcanzó un gran prestigio y se convirtió para cualquier visitante de Pontevedra en lugar de referencia, junto a la Misión Biológica, la repoblación forestal y el vivero de Figueirido o el propio río Lérez. La cita era obligada.

Con la Guerra Civil y su negra postguerra llegó el ocaso. El mercado para buena parte de sus espléndidos productos desapareció por completo y los herederos de Casimiro Gómez Covas buscaron un comprador interesado, que tardo mucho tiempo en llegar.

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