Estos días de celebraciones y homenajes en torno a la figura y el papel de la mujer en la sociedad ofrecen un marco sumamente apropiado para engarzar un curioso recordatorio histórico sobre la tardía y escasa representación femenina en la Diputación de Pontevedra.

Con mucha certeza podría decirse que el palacio provincial ha sido cosa de hombres durante mucho, mucho tiempo, aunque ya no lo sea tanto ahora.

Rafael Louzán es un presidente que suma, uno tras otro, hechos singulares a su paso por ese centro de mando tan poderoso que caracteriza la avenida de Montero Ríos. No solo es quien más mujeres ha tenido en sus sucesivas corporaciones, sino que también es quien más rango les ha dado dentro de su corporación. Como quien dice ayer, Teresa Pedrosa fue la primera vicepresidenta en la historia. Y ahora pisan fuerte Ana Isabel Vázquez y Begoña Estévez.

Las siete diputadas actuales sobre un total de veintisiete miembros, con representación femenina en los tres grupos existentes, no desmerecen mucho con su proporcionalidad por encima del 25% si tomamos como referencia ese pasado reciente. Sin embargo aún dista bastante de aproximarse a la equidad que luce el Parlamento de Galicia, presidenta incluida.

La primera diputada tardó en llegar al palacio provincial nada menos que ciento cuarenta y ocho años; es decir, el tiempo contado desde el nacimiento de la Diputación de Pontevedra en 1836 hasta la toma de posesión de Elvira Fernández Díaz. Sorprendentemente una distinción tan atractiva no correspondió a ninguna mujer significada de los partidos más fuertes entonces, UCD, AP o PSOE, sino que recayó en una auténtica advenediza de una candidatura independiente.

Aquella maestra nacida en Becerreá (Lugo) y funcionaria de Extensión Agraria en A Estrada llegó a la Diputación de rebote, por una fatal circunstancia: el fallecimiento del diputado titular, Jesús Durán Martínez, un personaje de inolvidable recuerdo con mucho mando en plaza de la UCD pontevedresa, que tras su disolución encabezó con éxito una candidatura independiente.

Elvira Fernández Díaz tomó posesión de su cargo de diputada provincial a las cinco de la tarde en una sesión plenaria el día 27 de septiembre de 1984. Allí estaba para recibirla con la máxima corrección Mariano Rajoy Brey, quien ocupaba la presidencia desde poco más de un año antes tras su estreno en la política local.

Rajoy Brey le dio la bienvenida a la Diputación con la cortesía obligada por el protocolo institucional, que no con especial alborozo. El motivo de esa prudencia no fue otro más que Fernández Díaz pasó a engrosar las filas de la oposición, y nada o muy poco se sabía sobre ella hasta entonces.

El joven presidente tuvo que lidiar con la corporación provincial más heterogénea de toda la historia: hasta seis partidos o grupos tuvieron representación, aunque AP contaba con una mayoría absoluta raspada. Cualquier discrepancia o error en un tiempo político bastante cambiante pudo dejarlo en minoría y costarle la presidencia. Por eso anduvo con pies de plomo y se apresuró a contactar con Elvira Fernández algunos días antes de su toma de posesión.

Cuando Rajoy obtuvo la confirmación de que ella iba a ser la sustituta de Durán, le ofreció la misma representación que había tenido su antecesor en las distintas comisiones informativas; es decir una sustitución en pie de igualdad. ¡Quién iba a decirle entonces a don Mariano que muchos años después acabaría casándose con otra Elvira Fernández (ningún parentesco entre una y otra)!

Tras aquellos primeros tres años, en 1987 volvió a ocupar un sillón en la corporación presidida por José Cuiña Crespo, de nuevo como única mujer entre veintiséis hombres.

Como la vida de una independiente en política era muy dura y a la intemperie de cualquier partido hacia mucho frio, para entonces se había integrado en el Partido Nacionalista Galego (PNG). Al frente de su candidatura accedió a la alcaldía de A Estrada, labor que compatibilizó con su presencia en el palacio provincial.

Elvira Fernández Díaz pasó sin pena ni gloria por la Diputación de Pontevedra. No protagonizó ninguna actuación relevante mientras formó parte de una oposición corporativa con poca capacidad de maniobra y solo dijo esta boca es mía en contadas ocasiones. Sin embargo obtuvo un gran rédito político de aquella modesta representación tras dejarse querer por unos y por otros.

Elvira Fernández Díaz entró en política en 1979 bajo la protección de Jesús Durán Martínez dentro de las filas de Unión del Centro Democrático (UCD), y tras ganar las primeras elecciones municipales se convirtió en primera teniente de alcalde en el ayuntamiento de A Estrada. Desde entonces fue la mano derecha y persona de confianza de aquel emblemático alcalde.

Cuatro años después acompañó a Durán otra vez como número dos en la Candidatura de Independientes de A Estrada, que repitió éxito electoral y mantuvo la alcaldía. A la muerte de su mentor se convirtió en alcaldesa y también le sustituyó en la Diputación de Pontevedra.

A Estrada era entonces igual que hoy el municipio clave para obtener la única plaza de diputado provincial que corresponde a su partido judicial. De modo que ella se convirtió en una especie de objeto del deseo del PP e hizo gala de un poder de seducción muy grande hasta que no pudo decir que no.

Sin duda Elvira Fernández se reveló como una discípula aventajada de Jesús Durán, además de heredera universal de un electorado fiel, que cuidó con mimo en la década siguiente.

Además de ser la primera diputada provincial, Elvira Fernández Díaz también ostenta el título de ser la mujer que ha pasado por más partidos en la política gallega. Cada vez que lo consideró oportuno no tuvo el menor reparo en cambiar de siglas: UCD, CIDE, PNG y CG sucesivamente, hasta que acomodó la cabeza en el PP. Así logró tocar casi todos los palos de la política: municipal, provincial y nacional (solo le faltó el rango autonómico), algo que solo pueden decir muy pocas gallegas.

Después de su integración en el PP encabezó su candidatura municipal en 1991 y volvió a acceder a la alcaldía de A Estrada por tercera vez. Para entonces ya era senadora, rango que obtuvo en la cuarta legislatura (1989-93). Y en la quinta legislatura (1993-1996) se convirtió en diputada del Congreso por la provincia de Pontevedra.