Sorpresa, incredulidad, desencanto, enfado y autoflagelación son las etapas por las que han pasado muchos compatriotas tras la eliminación de Madrid en su tercer envite olímpico, el que llaman el de la vencida, mientras otros auguraban con simbología taurina que no hay tercero malo. Lo ha habido. La eliminación ha sido un varapalo para nuestra autoestima y se ha interpretado como consecuencia de la mala imagen de un país en situación económica delicada, con insoportables tasas de desempleo y con corrupción generalizada. No es toda la verdad. Madrid ha sido eliminada porque ha elegido mal el momento, hemos fallado en eso que los anglosajones llaman el timing que es algo que no perdona, algo así como tener la mala pata de estar en Hiroshima a las 8.15 am del día 6 de agosto de 1945. Solo que en este caso ha sido fruto de una decisión meditada, que es peor.

Los juegos de Londres del año pasado, cuando Madrid perdió por muy poco, están todavía muy próximos como para pensar que Europa iba a poder llevarse de nuevo el gato al agua, hubiera sido muy difícil que una ciudad europea obtuviera los votos del Comité Olímpico en esta ocasión y lo que ha dicho el señor alcalde de Barcelona de que solo su ciudad podía competir con Tokio es una memez de esas que dicen los políticos de vez en cuando para salir en la televisión. Al principio todos los juegos se hacían en Europa o en Estados Unidos porque lo demás eran colonias con honrosas excepciones: Atenas en 1896; París en 1900; Saint Louis (EE UU) en 1904; Atenas de nuevo en 1906 y así hasta que comenzaron a alternarse entre Europa y el resto del mundo como sucedió con la serie Los Ángeles (1932), Berlín (1936) y Londres (1948). Más tarde Europa pierde preeminencia y solo vienen aquí unos juegos de cada tres: Roma (1960); Tokio y México (1964 y 1968); Múnich (1972); Montreal (1976); Moscú (1980); Los Ángeles y Seúl (1984 y 1988), para volver a Barcelona en 1992 durante nuestro quinto centenario y salir de nuevo hacia Atlanta y Sidney en 1996 y 2000... Esto no es exacto pero marca una tendencia. Europa ya no es lo que era, el mundo nos ve como un continente en declive y eso se paga. Además, traer los juegos a Madrid en 2020 hubiera imposibilitado que otra ciudad europea los consiguiera en 2024 y hay varias que ya han mostrado interés como Roma, Berlín, París, Múnich o Milán. Por eso cierta prensa europea llevaba tiempo haciendo campaña en contra de Madrid en un nuevo ejemplo de la solidaridad de nuestros socios en la UE. No es que no nos quieran o nos tengan manía, que a lo peor también, es que les estropeábamos sus planes.

Por eso, el error ha sido no tener paciencia para esperar a 2024. Y ello sin demérito alguno para rivales tan serios, como Tokio, muy fuerte económicamente, y Estambul, ciudad solo medio europea, a caballo entre dos continentes, que hubiera sido la primera urbe musulmana en albergar unos juegos olímpicos, lo que es una baza política de mucha fuerza. Fue Estambul la que nos eliminó en el desempate y nuestra derrota fue acentuada por una atolondrada propaganda oficial que vendía la piel antes de matar al oso y desembarcaba en Buenos Aires con una numerosa delegación donde el inglés de la alcaldesa de Madrid nos devolvió la carcajada. Debería ser obligatorio que a partir de cierto nivel nuestros políticos hablaran idiomas y eso pondría en la calle a la mayoría de los actuales, que sería otra ventaja. La celebración prevista en la Puerta de Alcalá es prueba de la prepotencia a que me refería, allí solo se había preparado el festejo de una victoria que se daba como segura y no había ningún Plan B para animar con un concierto o unos fuegos artificiales, lo que fuera, al honrado pueblo de Madrid en caso de derrota.

Es cierto que ha habido también otros factores no desdeñables. El que nuestras infraestructuras estén terminadas en un 80% las avejenta en una perspectiva de 7 años, sin que tampoco se anunciara dinero abundante para los muchos negocios que se generan en torno a unas Olimpiadas porque Madrid ya tiene una abultada deuda. Además, hemos tenido una serie de escándalos de dopaje de gran trascendencia mediática por su gravedad, porque han afectado a atletas muy conocidos y porque no se han atajado ni con la rapidez ni con la firmeza debida. Sobre ellos preguntaron a nuestra delegación antes de la votación final. Y para colmo tenemos una mala situación económica, con mucho desempleo, que ha podido hacer temer desórdenes como los que hubo en Brasil durante la Copa Confederaciones por parte de quienes no tienen trabajo y piensan comprensiblemente que la sanidad o la educación son más importantes que los estadios deportivos.

Pero, insisto, no hay que autoflagelarse más de la cuenta, el problema de Madrid es no haber sabido jugar con los tiempos y haber presentado su candidatura en el momento equivocado. No creo que lo vuelva a intentar en mucho tiempo y con Tokio habrá que resignarse a levantarse a horas intempestivas para seguir los Juegos. Lo que el Gobierno debería hacer ahora es asegurar a nuestros desilusionados atletas (las subvenciones del Consejo Superior de Deportes han bajado un 34% este año) que van a tener los mismos apoyos económicos que si Madrid hubiera ganado, porque así es como se ayuda al deporte y no pensando solo en el medallero olímpico.

*Embajador de España