La ciudad antigua no deja de ser un gran palimpsesto, un documento que se va sobreescribiendo una y otra vez en el mismo soporte, sin que las nuevas obras y reformas consigan borrar del todo los restos de las que les precedieron. Aquella sobreescritura era habitual cuando escaseaban los pergaminos, y se hacía necesario reaprovecharlos al máximo. Y el símil que vemos en el tejido urbano no deja de ser una metáfora de la querencia por un espacio concreto o del reaprovechamiento de un suelo escaso.

Sea como fuere, por mucho que los nuevos diseños urbanos se superpongan a antiguos trazados o se reformen edificios preexistentes, es difícil que no permanezca, al menos en parte, en viejo ADN cultural, substanciado en vestigios materiales del pasado, en definitiva, en restos arqueológicos de diversa índole que se nos van mostrando a medida que vamos entrenando nuestra mirada, nuestra formación al respecto.

Sillares romanos

Unas veces aparecen bajo la forma de elementos aislados, sueltos, como los sillares romanos que citamos en anteriores escritos, u otros elementos arquitectónicos reutilizados en edificaciones posteriores, muchas veces reconocidos por sus estilos artísticos.

Pero en otras ocasiones se conservan elementos edilicios más relevantes, como antiguas puertas o ventanas, algunas hoy en desuso, cegadas. También se nos ofrecen conjuntos urbanísticos que, en cierto modo, fosilizan trazas pretéritas y tramas urbanas aparentemente desaparecidas, reflejadas en actuales calles y plazas. Incluso esa herencia camuflada en la ciudad actual, parcialmente escondida, constituye un documento de gran interés para comprender las diferentes escalas constructivas del pasado, es decir, las relaciones entre tamaños y proporciones de los elementos urbanos que fueron configurando la ciudad siglo tras siglo. Nos referimos a las anchuras de calles, a sus alineaciones históricas, o a los volúmenes de los edificios.

Pero en el paseo que hoy les proponemos, también les invitamos a observar dos construcciones concretas. Una es el edificio nº 5 de la calle Cervantes, el que hace esquina con la calle Perigo.

Elementos góticos

Es habitual que pasen desapercibidos sus elementos góticos y los arcos de medio punto que, actualmente cegados, aún conservan sus fachadas, elementos que nos alertan sobre la existencia de un edifico medieval, seguramente de origen gótico. Se trata de los restos de un beaterio que ocupó este solar entre los siglos XIV y XV. Era, como muy bien apuntaba Olga Gallego Domínguez, un edificio religioso femenino llamado "Casa de las Emparedadas". En la Edad Media acogió un grupo de religiosas franciscanas, cuando la calle Cervantes se llamaba rúa Fontaíña, vial documentado, al menos, desde el año 1233.

El observador atento podrá ver, junto con la puerta adornada con las típicas mochetas góticas que se abren a la citada calle, arcos de medio punto y un ventanal cegados en la fachada de la calle Perigo, hacia donde muestra una pared que acoge una secuencia histórica de paramentos apreciable a simple vista, y que se suceden sobre el escaparate del local comercial que hoy ocupa el bajo del edificio.

Desde la calle Cervantes podemos acercarnos a las ruinas del puente medieval llamado "Ponte Pelamios". Llegamos a él atravesando As Burgas. Una vez pasado el "Ponte-Murallón", continuamos el trazado de un antiguo camino cuyos restos se conservan parcialmente en la actual "Canella do Rastro".

El puente fue arrasado por una crecida del Barbaña, como consecuencia del temporal desencadenado la noche del sábado 14 de julio de 1945. La riada fue muy destructiva. El Concello de Ourense, en el pleno de 2 de agosto de ese mismo año acuerda "Habilitar un crédito de 180.000 pesetas para subvenir, de momento, a los efectos producidos por la tromba de agua que descargó sobre esta capital el próximo pasado día 14. La referida cantidad tendrá la aplicación siguiente: 25.000 pesetas para contribuir a la subscripción abierta en el Gobierno Civil. 50.000 pesetas para los gastos de reposición de pasarelas sobre el río Barbaña, y reparación urgente de lavaderos, fuentes y caminos. 90.000 pesetas para lo que demanda la clarificación de las aguas de la traída general, totalmente enturbiada, y 15.000 pesetas para otros gastos motivados por dicho impresionante motivo". Para que nos podamos hacer una idea de la cantidad dedicada a paliar la catástrofe, decir que que las 180.000 pesetas del año 1945 nos situarían en una partida que, grosso modo, aproximamos a unos 90.000 euros actuales, cantidad que, seguramente, no alcanzó para compensar muchos de los destrozos.

Subida sinuosa

De hecho, la crecida provocó otros cuantiosos daños a su paso, tanto humanos como materiales. Entre estos últimos destacamos los ocasionados en la casa de baños "La Moderna", la total desaparición del fielato que existía en el margen izquierdo del río o las averías causadas en la "Panificadora Moderna". Sin duda los más cuantiosos fueron los daños a particulares, a los que debemos sumar las victimas entre la población.

Del puente hoy sólo quedan unos restos parcialmente cubiertos por la maleza. Formaba parte de un antiguo camino que salía de la ciudad por poniente. Desde As Burgas permitía cruzar el Barbaña para continuar hacia Piñor, después de una dura y sinuosa subida a la que debían enfrentarse los caminantes una vez que atravesaban el río.

Las ruinas se localizan al final del citado camino, que transcurre al pie de la puerta del jardín de los "Baños de Outeiro", obra de Daniel Vázquez Gulías. Los restos de este magnífico camino empedrado se interrumpen bruscamente en la referida ruina del puente. En todo caso, podemos observar su sección desde la orilla opuesta, panorama que nos evoca aquella trágica riada ocurrida en julio de 1945.