Cuando recorremos la ciudad de Ourense en nuestros quehaceres cotidianos, solemos olvidar que vamos caminando sobre la Historia. Y es así porque casi todas las ciudades del occidente europeo son un compendio constructivo que, en numerosas ocasiones, se remontan a la conquista romana o a momentos próximos a ella.

Pero alguna ciudad de occidente es, incluso, más antigua que la propia Roma, cuya fecha de fundación, el año 753 a C., sirvió de referencia para medir el paso de los años. A ésta se refiere la expresión latina de ab urbe condita, es decir, "desde la fundación de la ciudad" que, grosso modo, calculamos sumándole esa fecha al año de nuestro calendario.

Como decíamos, en la Europa occidental, concretamente en el extremo sur de la Península Ibérica, contamos con un excelente ejemplo de una ciudad más antigua que Roma. Se trata de Cádiz, fundada por los fenicios tirios, esto es, procedentes de la ciudad de Tiro, hace casi 3.000 años. Muchas otras preceden al cambio de era. La antigua Gallaecia, como es sabido, también conoce fundaciones inmediatamente anteriores al nacimiento de Cristo. Es el caso de Lugo o Braga, fundadas durante el mandato del emperador Augusto. También Astorga. Muchas otras florecen a partir de mediados del siglo I d C., efectuándose importantes modificaciones urbanas en el medievo, cuando emergen otras. La más reciente de las actuales urbes gallegas es Ferrol, la "Ciudad Departamental", cuya categoría urbana viene dada ex novo con la nueva traza ortogonal de A Magdalena, junto con los parques y plazas planificados para dar servicio a las instalaciones militares diseñadas en el siglo XVIII.

Ourense, con decíamos en otras ocasiones y con los datos que hasta ahora nos vienen ofreciendo las intervenciones arqueológicas urbanas, muestra un asentamiento estable a partir de mediados del S. I d C. Así parece deducirse de los hallazgos de As Burgas, el Museo Arqueolóxico Provincial, A Madalena, O Pompeo y el jardín de O Posío. De épocas muy posteriores son esos otros grandes monumentos urbanos que le dan más lustre a la ciudad histórica, como la Catedral, el edificio del Museo Arqueológico, A Trindade, San Francisco, el Liceo, el Pazo dos Armada ("Casa de María Andrea"), el Pazo dos Gayoso (actual edificio de la CEO), la Cárcel de Corona y otros muchos que podemos observar como auténticos "yacimientos emergidos del subsuelo", sin que en ello exista deformación -más bien pasión- profesional.

Para un arqueólogo son "arquitecturas arqueológicas", sucesiones de estratos constructivos de distintas épocas, visión que en nada merma el indudable valor, en muchos casos, de los estilos artísticos que se van superponiendo en cada edificio.

Pero ahora queremos destacar algunos pequeños detalles, casi minúsculos retazos de la Historia materializados en discretos elementos arqueológicos que suelen pasar desapercibidos, incluso, en calles muy transitadas. Asoman y se nos muestran confundidos entre muros, o se esconden tímidamente entre las piedras de los edificios, lo que convierte en una invitación, en un pequeño reto, el hecho de identificarlos mientras paseamos por la ciudad.

Para comenzar, les recomiendo dar un paseo por la calle Hernán Cortés. Sitúense en las paredes traseras del Museo Arqueolóxico, a continuación del Arquivo Histórico Provincial. Allí verán, entre otras piedras reaprovechadas de construcciones anteriores, tres elementos singulares: dos sillares almohadillados, seguramente romanos, cuyo abombamiento hace que resalten del resto de las piedras del muro, y una labra medieval que muestra un juego de tablero.

Los dos primeros son característicos de la obra pública romana. Con ellos se solían hacer edificios y otras construcciones oficiales, como es el caso de los puentes. De hecho, pueden comprobar la existencia de sillares semejantes en las bases de los pilares de la Ponte Vella, independientemente de la diversidad de opiniones al respecto entre los investigadores.

No se sabe a ciencia cierta de donde proceden los de la citada pared de Hernán Cortés. Pero si aparecieron otros formando parte de edificaciones romanas en algunas de las excavaciones realizadas en otros puntos de la ciudad histórica, entre ellos, la plaza de A Madalena, o el Pompeo, por citar los espacios más alejados en los que se constató asentamiento romano temprano.

El otro elemento (les doy una pista: bajo la cornisa y cerca de la puerta más próxima al ábside de la iglesia de Santa María) es el citado tablero para el juego llamado "alquerque de nueve" o "juego del molino". Se trata de un a modo de Tres en Raya en el que cada jugador partía con nueve piezas o fichas, teniendo que colocar tres en línea, de modo horizontal o vertical, nunca en diagonal.

Pero hay más en la ciudad. En el interior de la catedral existen seis tableros, tanto para jugar al "alquerque de nueve"como al "alquerque de doce" o al "Ludus latrunculi", como punta José Manuel Hidalgo Cuñarro, que estudia los citados gravados datando la mayor parte de ellos entre los siglos XII-XIII.

Aunque la catedral merece una completa visita por si misma, podemos comprobar la existencia de estos tres tipos de tableros buscándolos en las bancadas pétreas que se adosan al muro de la nave de la Epístola, la que se encuentra al sur de la nave principal. Búsquenlas, porque no les van a defraudar. Se conoce uno más, que no permanece a la vista, descubierto por el canónigo Miguel Angel González en una de las escaleras que sube a las cubiertas del templo.

Continuaremos nuestros paseos por la ciudad descubriendo esos elementos que suelen pasar desapercibidos, pero que forman parte inseparable de ese complejo y aún muy incompleto puzzle que forma nuestra Historia.