Un barrio viejo de ciudad marítima es como un útero de la marinería andante, una matriz que irradia navegantes por todos los mares. En el de Vigo volví a ver después de muchos años a Xesús Franco. Al saludarnos y preguntarle por su vida me constestó, con sonrisa enigmática, que volvía con los idus de marzo, días de buenos augurios. Mientras señalaba la casa con galería en la Puerta del Sol en la que había nacido, me dijo que vivía retirado a orillas del Miño aunque pensaba volver al barrio viejo de su niñez. Creo que mi primer contacto con Xesús fue por la llegada al Náutico del "Breogán", aquel barco de cuero al que la gente llamó "vikingo" aunque su reproducción era de la época romana. Casi a finales de los años 70 un profesor universitario, Fernando Alonso Romero, hijo de Fernando Alonso Amat, delegado de la Zona Franca y presidente del Náutico de Vigo, elaboró una teoría sobre la comunicación por vía marítima entre los finisterras célticos del continente y las islas británicas e Irlanda. Siguiendo testimonios de geógrafos romanos, arqueólogos y las insculturas rupestres inició en Noia la construcción de un barco con los materiales de la época; casco de cuero de 12 metros de eslora, sin clavos, con un mástil para una vela de lino para vientos flojos y de cuero para portar con los duros... una "zoca" como cariñosamente le llamaba la tripulación.

Entramos por la bocana norte de la ría de Vigo -decía Xesús- y a medida que nos acercábamos se nos iban sumando embarcaciones". El plan era hacer una prueba de navegación, una parada en la ciudad olívica para que los vigueses admiraran el barco e iniciar la aventura marina desde A Coruña aprovechando una surada para librar cabo Prior y llegar hasta Irlanda. Antes había que despacharlo todo en una Comandancia de Marina y Xesús, como piloto de la marina mercante y de esta embarcación, lo hizo en Vigo. En la tripulación, siete osados, había gente tan buena como Ramón Novo González, también oficial de la marina mercante y capitán de pesca, Tato Luca de Tena, gran regatista y periodista y el propio artífice del proyecto y de la expedición Fernando Alonso Romero. La experiencia había resultado hasta ese momento maravillosa. Habían navegado por las Rías Baixas probando el barco, se habían acoderado en el muelle coruñés ante la expectación general... Cuando llegó el día tan esperado y zarparon llenos de ilusión y voluntad para hacer frente a las circunstancias que pudieran sobrevenir a tan antiguo armatoste en medio de posibles furias oceánicas, ocurrió algo inesperado: una patrullera enviada por el Comandante de Marina de la ciudad herculina les detuvo cuando salían mar afuera con el pretexto de que habían despachado el barco desde Vigo hacia Irlanda pero que al recalar en A Coruña tenían que haberlo hecho desde allí. Y negó el marino rotundamente su autorización.

Ahí terminó la aventura. Años de preparación. Dinero. El enorme esfuerzo de Fernando Alonso, el trabajo de universitarios y artesanos en la construcción quedó en nada. Curiosamente, un año más tarde, los irlandeses hicieron su travesía hasta Groenlandia custodiados por las fuerzas navales y en gran parte gracias a las informaciones del español sobre la construcción del "Breogán". No se puede saber si llegaría a su destino, es cierto, pero el "Breogán" se merecía una oportunidad. Recordando aquello mientras tomábamos un café ante su antigua casa, Xesús me contó su teoría, poco convencional, como olívico marino. Este país, con mucha costa, siempre ha vivido de espaldas al mar. Cuando fue imperio tuvo un monarca "terrestre" que en vez de montar su capital en Lisboa, cuna de navegantes y puerta del Atlántico se refugió en la meseta, lejos del mar que era la riqueza y el futuro. Incluso los grandes almirantes eran magníficos guerreros en tierra pero poco adaptados al mar. Sin embargo, este pequeño país que es Galicia dio marinos ilustres. ¿Quien arribó con la Pinta en Baiona sino Cristóbal García Sarmiento, piloto del Val Miñor cuando Pinzón agonizaba sifilítico?, me decía. Y así otros grandes marinos gallegos: Pedro Sarmiento de Gamboa, los hermanos García Nodal, Johan Martín da Ponte, Francisco Seijas Lobera, Payo Gómez Chariño, Méndez Núñez... quizás Colón. Se marchó Xesús y yo me quedé pensando que el barrio viejo de Vigo, todos los barrios viejos, tienen una buena nómina de personajes interesantes.