El currículum de José G. Posada Curros, que era su firma habitual, fue intenso y muy interesante. Además de ejercer la abogacía, trabajó en la enseñanza, fue Archivero municipal y secretario del alcalde Emilio Martínez Garrido en la República. Fue perseguido y represaliado por el régimen franquista y ya rehabilitado, fue el encargado de escribir los discursos de Portanet y dirigía el Boletín de Información Municipal.

Su nieta Maite señala que su abuelo, fue un adelantado a su época, especialmente en las primeras tres décadas del siglo pasad.

Recordaba poco, casi nada, de su infancia en Santiago, apenas el frío y la falta de calefacción en una escuela-institución religiosa. Su familia decidió enviarlo muy pequeño a Vigo con una abuela que vivía en la calle Poboadores dónde se ganaba algunas monedas guiando a marineros hasta los burdeles de la Herrería. Enseguida despuntó en los estudios, siendo descrito en crónicas sobre su padre en Compostela como "escolar brillante de Vigo".

La figura de José G. Posada-Curros pronto eclipsó a la de su progenitor, José Curros (o Gómez Veiga), compositor y uno de los grandes impulsores de la música de cámara en la Galicia de finales del XIX, principios del XX y cuya obra está siendo recuperada ahora.

De aspecto físico imponente desde adolescente, a los 16 años ya era uno de los miembros del grupo de teatro de Armando Cotarelo Valledor, participando posteriormente en el Seminario de Estudos Galegos. Sus dos metros de altura, inusuales para la época y una mirada oscura e intimidatoria, que le valieron el apodo de Drácula años más tarde entre sus alumnos de bachillerato, lo hicieron enseguida popular en los círculos nacionalistas.

Cultura enciclopédica

Poseedor de una cultura enciclopédica, amigo de Castelao, Pedrayo, Filgueira Valverde... se dedicó inicialmente al teatro como actor y autor dramático, lo que compaginaba con sus publicaciones en varias revistas culturales del periodo.

Trabajó a favor del galleguismo al lado de Valentín Paz Andrade y otros e igualmente estuvo cerca de otra gran figura, Manuel Gómez Román, que cuando presidió el Ateneo, fundado en los años veinte y desaparecido al inicio de la guerra civil, lo tuvo a su lado como directivo

Contaba, fabulaba con haber conocido bien a la Bella Otero... y lamentaba haberse visto obligado a dejar la escena por razones maritales, "o el teatro o yo".

Fue un avanzado, como muchos de su generación, en el pacato panorama cultural de comienzos de siglo y hasta muy mayor siguió estando al tanto de las nuevas tendencias en literatura europea.

Aunque frío, poseía un inmenso, infalible sentido del humor, certero y descriptivo. Podría decirse que hizo de la paradoja el sustento de su rutina diaria. Extremadamente excéntrico, podía llegar a la estridencia en sus relaciones personales que situaba, las más de las veces, en lugares no comunes, inventados. Fue un magnifico creador de historias, lo inverosímil convivía con lo cotidiano, a su familia nos era imposible dirimir qué era que.

De una aguda inteligencia, contaba, no obstante con aptitudes de mentalista que le permitieron al menos en tres ocasiones anticiparse y escapar antes de ser paseado por los nacionales

Por otro lado, disponía de amplias habilidades sociales, que le permitían tanto acercarse a lo distinto, a los que se situaban al margen, como a conseguir su recuperación social en el nuevo régimen después de ser inhabilitado. Se contaba de él que llegó a asesorar políticamente a Leri mediante llamadas anónimas de "un amigo bien intencionado" acerca de puntos clave a tratar en los plenos municipales.

Señala también Maite Posada Curros que nunca les permitió llamarle abuelo, "ni siquiera cuando hablábamos con terceras personas, así que no fue hasta los cinco años que pude comprender que ese señor tan divertido con el que a veces pasábamos la tarde era el padre de mi padre".

Poco emocional, calló y cargó con el suicidio de su primogénito, su preferido, a los 19 años. Su hija Margarita reside en Cuenca. Intolerante con lo banal, era un extraordinario conversador que, sin embargo, se encontraba más cómodo ante grandes audiencias que grupos reducidos. Austero en la comida y bebida, disfrutó de una excelente forma física y de la compañía femenina hasta su muerte a los 96 años.

De amistades insospechadas y muy diferente color político, podría ser definido como un liberal en el sentido decimonónico del término. Era un buen conferenciante y conocía anécdotas de gran cantidad de vigueses.

Ante la placa que da nombre a la calle, su nieta, Maite Posada Curros Buendía con sus perros Kelly, Coqui y Rusca, rescatados de la Protectora de Vigo. Su otro nieto, la otra persona que aún tiene el apellido, reside fuera de Galicia.

Su infancia transcurrió a caballo entre Vigo y Santiago, donde realizó sus primeros estudios y después los de Derecho y Filosofía y Letras.

En los años 20 inició su actividad periodística en la página literaria de FARO que llegó a dirigir durante un tiempo. y en el Pueblo Gallego, donde publicó la última entrevista que se le hizo a Valle Inclán.

Fue funcionario del Ayuntamiento de Vigo, archivero por oposición y secretario de varios alcaldes, hasta que fue represaliado por el régimen franquista, lo que le obligó a ejercer como docente en Lugo.

De regreso a Vigo y restituido como técnico municipal, simultaneó su puesto con las clases de Literatura en el Instituto Santa Irene. Su historial de premios y distinciones fue intenso, pero de todos, dijo que el que más le había emocionado fue el de Vigués Distinguido.