En Galicia tenemos buenos investigadores, algunos muy buenos, y sólo unos pocos realmente excelentes. Y luego está Luis Liz Marzán (LLM), investigador de la Universidad de Vigo, quien hasta dónde yo sé es con diferencia el científico gallego con mayor proyección y prestigio internacional. No por nada es el único investigador de Galicia al que el Consejo Europeo de Investigación (ERC) ha concedido un proyecto en la categoría sénior ("Advanced Grant"), el tipo de financiación más prestigioso que se le puede conceder a un investigador a título individual hoy en día en Europa. El hecho de que LLM haya sido fichado por un centro de investigación foráneo, en este caso del País Vasco, no nos puede sorprender, pero sí el que al parecer no se haya realizado ningún esfuerzo real para retenerlo. Y lo digo porque tengo la impresión de que con haberle ofrecido la mitad de lo que se merece, LLM se habría quedado en Galicia.

Parece que no somos conscientes de lo que implica tener a un investigador con LLM entre nuestras filas. Nos guste o no, lo cierto es que el prestigio de las universidades se mide exclusivamente por su labor investigadora (sin desmerecer la docencia, que es igual de importante pero mucho más complicada de evaluar). Si a cualquier ciudadano de a pie le suenan los nombres de Harvard, Oxford, Cambridge, MIT o Stanford es directa o indirectamente porque en esas universidades se concentran los mejores investigadores del mundo. Pero no es solo eso. Investigadores como LLM ejercen un efecto multiplicador en su entorno. Aparte de captar muchos recursos económicos, hasta decenas millones de euros a lo largo de su carrera, dan trabajo a muchos, atraen a otros científicos de renombre que a su vez captan más recursos, y hacen mejores a los que están a su alrededor.

La cuestión fundamental que subyace es si realmente estamos interesados en hacer investigación de excelencia en nuestro país (no voy a intentar explicar aquí por qué la investigación produce importantes beneficios sociales a medio y largo plazo). Para ello, varias cosas tendrían que cambiar en Galicia en tres aspectos fundamentales: dirección científica, medida de la excelencia y selección competitiva. Y por cambiar, me refiero a cambiar realmente. Saber a dónde se quiere ir es lo primero. Debemos marcar unas líneas de investigación básica y aplicada prioritarias para Galicia, sean éstas las que sean. En mi opinión esto no se ha hecho todavía con la convicción y el compromiso necesario. Lógicamente esta visión debe de construirse de acuerdo a nuestro entorno socioeconómico, oportunidades y capacidades, por expertos de verdad.

Lo segundo es la medida de la excelencia científica, que debe basarse en calidad, impacto y relevancia. Los criterios que imperan en nuestro país (también a nivel español, pero algo menos) están en gran parte obsoletos. Los famosos sexenios son un claro ejemplo. Éstos se definieron hace casi un cuarto de siglo y desde entonces su nivel de exigencia prácticamente no ha cambiado. No sorprende por tanto que en ciencia los sexenios sean básicamente una medida de la edad. Baste decir que un científico excelente en seis años reúne los méritos necesarios para obtener seis sexenios o muchos más dependiendo de su campo de investigación, aunque invariablemente le van a dar exactamente uno cada seis años. Por otro lado está la valoración de la producción científica, que debería basarse en criterios objetivos hoy en día fácilmente medibles, aunque sea de manera imperfecta, tales como calidad percibida (impacto de la revista; realmente el impacto esperado) e impacto (número de citas; realmente el impacto obtenido). La relevancia es algo más complicado de medir, pero está de modo general directamente relacionada con el impacto. El índice de impacto de las revistas, el famoso índice-h –con todos sus defectos– o el número total de citas, se pueden obtener fácilmente en distintas bases de datos (ISI, Scopus, Google Scholar). El uso de estas bases de datos revela datos desmitificadores. Por ejemplo, una sencilla búsqueda en Scopus nos indicará que de los diez artículos científicos más citados en la historia de Galicia, los cuatro primeros, el séptimo y el noveno los firman en campos distintos dos investigadores de la Universidad de Vigo, de los que uno es LLM. Esto es impacto real, y no el que se le asume hoy en día por ejemplo a un catedrático, título que nada demuestra per se. Las citas no lo son todo, por supuesto, pero son clave. Un artículo de investigación sin citas es tan inútil como una patente que nadie quiere explotar. Cuando el impacto bajo es una constante, además hablamos de un despilfarro económico descomunal. Por último, aunque hay muchos más, otro criterio obsoleto es el tamaño mínimo de los grupos de investigación, que por ejemplo excluye a todos los ´ERC Starting Grants´ (la versión junior de los proyectos ERC) gallegos de la denominación de ´excelencia´ –aunque la Xunta prevé paliar esta aberración–, y por el cual se dejan fuera grupos pequeños que producen el doble, el triple o más, incluso en términos absolutos, que otros grupos considerados ´excelentes´ pero que realmente no lo son. Para justificar estas decisiones a menudo se suele recurrir a clichés finalmente falaces como ´masa crítica´ o ´criterios macropolíticos´ que en este caso poco tienen que ver con la excelencia y que no se aplican en ningún sistema excelente de investigación (véase NSF en Estados Unidos, ERC en Europa, ICREA en Cataluña o Ikerbasque en el País Vasco).

El tercer aspecto, quizás el más importante, es la selección de personal y la adjudicación de recursos. Hay que acabar de una vez por todas por una parte con la endogamia y por otro con el café para todos, que siguen campeando a sus anchas. La clave fundamental para que un sistema de investigación sea excelente, aparte de la financiación, es que realmente accedan los mejores, vengan de dónde vengan. La entrada en la universidad española y gallega sigue siendo a día de hoy básicamente endogámica –esto es fácilmente constatable–, a menudo con un sistema pervertido de designación de tribunales, amañados por los candidatos internos o su inmediato entorno, con obvios conflictos de intereses, y antes los cuales los candidatos de fuera no tienen ninguna posibilidad, por lo que ni siquiera se presentan. Por otro lado, la financiación de la investigación se reparte de manera democrática, muchas veces con intenciones políticas, e incluso a veces a dedo. Por el contrario, si queremos excelencia al mismo coste, lo que hay que hacer es tomar decisiones meritócratas en base a umbrales estrictos y fomentar la competitividad (financiar el 20% mejor y no el 50% de los proyectos). Cortar por abajo y no recortar por arriba.

¿Existe solución? Definitivamente sí, y es bastante simple. No necesitamos reinventar ruedas que ya existen. Echemos un vistazo a nuestro alrededor, al programa ICREA, al Ikerbasque, al ERC. Construyamos un programa similar que de verdad atraiga a los mejores, de fuera o de dentro. Creemos un Consejo Gallego de Investigación creíble, independiente de los vaivenes políticos y basado únicamente en la excelencia. A lo mejor así no echaremos tanto de menos a Luis Liz Marzán.

*Investigador y catedrático de Genética de la Universidad de Vigo