Así que, visto el panorama, es de agradecer que alguien desde Madrid se proclame dispuesto a presentar batalla en defensa de los intereses de Galicia. Y más aún si se trata de quien, como la ministra de Fomento, no sólo representa a una de sus provincias en el Congreso, sino que tiene justa fama de hacer honor a la palabra dada y trabajar siempre por sus compromisos, que es lo que en buena lid se puede exigir a los que los contraen; si además los cumplen, aleluya.

Y no se trata de adular a doña Ana Pastor, sino de agradecerle que se moje en momentos en los que, como este, la crisis puede castigar más a los más débiles o lastimar a quienes -y es el caso gallego- fueron perjudicados por las prioridades que otros establecieron y que dejaron al noroeste en la cola de las listas de espera para casi todo. Lo que produce ahora como efecto colateral que al escasear los recursos se acumulen los retrasos o se revisen los proyectos.

El caso del Puerto de Vigo y su condición europea resulta sangrante, justifica las quejas que sobre la desigualdad de trato por parte del gobierno anterior -y también de la Xunta, quizá satisfecha por el grado que la UE dio a Coruña- y convierte a la señora ministra en una especie de valedora de los intereses del sur galaico. Un papel que, además de lo que se espera de ella en el AVE, podría darle más dolores de cabeza que medallas. Ojalá que no.

Dicho eso, y a su pesar, quizá haya que recurrir más veces a doña Ana, porque las batallas por Galicia no son sólo las dos citadas: hay otras pendientes y en condiciones aún peores. Una de ellas es la financiera, en la que habrá que batirse para buscar salidas que limiten los daños, y otra la eólica tras un decreto del gobierno Rajoy que daña gravemente los intereses gallegos en una decisión que si la hubiese firmado Zapatero habría organizado la de Troya.

La señora ministra entenderá que en tiempos como estos cualquier oferta de ayuda para asuntos esenciales no sólo se acepta de inmediato, sino que provoca una especie de ansiedad para que se concrete cuanto antes. Algo de eso sucedió con aquel anuncio de respaldo en la negociación sobre el tax lease, aunque la falta de resultados ha enfriado mucho la confianza: deberá seguramente su señoría tenerlo en cuenta para evitar que alguien acabe pensando que las palabras, incluso las mejores, se las lleva el viento. y luego nada.

Habrá que esperar y ver qué es lo que sucede ahora y hasta dónde llega el papel de valedora que de forma voluntaria asume la señora ministra. Y para cuyo éxito no le faltarán, a buen seguro, apoyos aquí.

¿Eh...?