Así pues y ante lo que algunos –al menos los que conservan un cierto espíritu crítico- llamarán expolio del sistema financiero gallego, lo que urge es pedir primero una explicación y después responsabilidades. Porque no puede aceptarse sin más que se prive a este país de un recurso fundamental y, peor aún, que se haga de este modo, a precio de saldo. Es, desde luego, buen negocio para unos cuantos -el señor Vázquez Raña lo dijo en México: "Comprar barato para vender caro resulta una excelente oportunidad"- pero no es un negocio para este país. No es un buen negocio para los gallegos.

Parece evidente, sobre todo ante las cifras que se han conocido, que es el Banco de España en primer lugar a quien corresponde una explicación. Y no ya porque de toda su actuación en este proceso –primero con la fusión, después con las condiciones, más tarde con mensajes difusos de apoyo a la privatización y ahora con el remate de la valoración- se desprende una sospecha que no por difusa es menos fuerte ya que deja con poca credibilidad a la institución. Una institución que queda muy tocada como ente controlador: Si se ha llegado a donde se está ahora es porque algo se ha controlado mal, se ha vigilado mal, se ha supervisado mal. Y al señor Fernández Ordóñez, tan locuaz en otras ocasiones, le corresponderá decir alguna cosa inteligible para explicar esta.

Item más. Los gestores directos de las dos cajas habrán también de enviar algún mensaje a la sociedad. Ciertamente no del mismo modo, no con el mismo nivel de exigencia porque ninguno de los dos se pueden equiparar, al menos teóricamente, en las culpas si las hubiere. Novacaixagalicia es la resultante de dos situaciones diferentes, una muy delicada y la otra pésima; mientras una de las dos cajas aún renqueante podía haber intentado salvarse, la otra supuso un peso muerto añadido y obligado que hizo desembocar toda la situación en donde está ahora. Igualar por tanto responsabilidades, culpas o imputaciones arriba o abajo no tiene sentido, es injusto y no aportaría seguramente ningún tipo de solución o de luz.

A partir de ahora resulta obvio para la inmensa mayoría –excepto para quienes desde orígenes geográficos concretos e intereses particulares perfectamente identificables a pesar de la parafernalia con que se ha intentado enmascararlos durante meses- que ha habido una responsabilidad política en todo este asunto: la de la Xunta de Galicia. Que impulsó una fusión mal planteada, torpemente desarrollada y además vetó otras alternativas desde la prédica de galleguismos, patriotismos, privatizaciones o defensas de lo público que ya se han visto como han terminado. El resultado, conviene repetirlo, está a la vista: No hay cajas, ni hay caja, ni entidad gallega a no ser que se piense que una supuesta sede social, que ya se verá, implica galleguidad y lo que queda es un banco más bien escasito gracias a que el FROB, es decir, el fondo de rescate, ha puesto la inmensa mayoría del capital.

No se trata, conste, de reiterar argumentos por más que la mayor parte resulten de una evidencia clamorosa. Pero tampoco se puede callar o mirar para otro lado ante un desastre como este para el interés general de Galicia.

Es preciso también, o lo parece al menos, hacer una referencia a lo que supone sencillamente un fracaso de algunos elementos de la sociedad gallega. Lo que ha pasado primero con las dos cajas, después con la caja resultante, y –parece- ahora con el banco no es ni más ni menos que la falta de pulso vital de quienes en su momento, desde consejos de administración o de asambleas, aprobaron lo que sabían que era inaceptable. Caixanova se regaló, y por más fuerte que suene esa afirmación, con ese regalo se debilitó al país entero. No se trata de reiterar aquella estúpida e interesada dualidad de norte y sur, se trata solo de reflejar, una vez más, la realidad que casi todos desde el poder se empecinan en negar: que Galicia ya no tiene caja, que se quedó sin dos y, finalmente, que ya se verá como sale lo del Banco. Es, como dijo el señor Vázquez Raña, quizá un magnífico negocio para algunos pero como es evidente también pésimo para todos los demás. O sea para el conjunto de los gallegos.