Ahora mismo, y cuando está a punto de cumplirse el segundo año desde su promulgación, hay dos aspectos de la llamada Ley de dependencia que casi nadie discute. El primero, que es en teoría, el cuarto pilar del Estado del bienestar; el segundo, que lo será en la práctica cuando se desarrolle a fondo, con las dotaciones precisas y el ritmo adecuado. Mientras, y hoy por hoy, la sensación de fracaso es cada vez más aguda.

Algunos observadores, quizá los más curtidos -y por tanto también los más escépticos- creen que la situación económica general es la que, de facto, frena el desarrollo de la Ley, o para ser más exactos, su aplicación tal como fue imaginada. Y añaden, con obvio pesimismo. Que las cosas irán a peor para los dependientes en la medida en que, por ejemplo, el desempleo absorba más fondos públicos; y como el FMI ha dicho que en doce meses llegará casi al veinte por ciento, pues a ver quién deshace el nudo.

En este punto, y al citar el INEM, conviene recordar que la Ley de Dependencia nació no sólo, aunque sobre todo, como un instrumento de apoyo para quienes en peores condiciones se hallan, sino como una ayuda para los que los cuidan, porque se dijo hace dos años que se pretendían crear puestos de trabajo, e incluso de formar a segmentos de la población que en muchos casos no disponía de una preparación laboral adecuada, y por lo tanto como una herramienta de políticas activas. El retraso en el desarrollo de la norma ha sido y es especialmente dañino.

El caso gallego es una especie de paradigma de los dos elementos subrayados, de una parte porque esta sociedad, envejecida, registra un altísimo número de ciudadanos/as dependientes; de otra parte, porque eso significa que una parte de la población capaz de dedicarse a otra cosa, se concentra en el cuidado de esas personas y muchas veces renuncia por ello a otras metas e incluso a opciones de estudios medios o superiores y trabajos especializados.

De ahí la gran importancia de esta cuestión aquí, y la necesidad de que la nueva Xunta mantenga en muchos casos, y profundice en otros, algunas de las líneas que el bipartito había iniciado a la luz de la Ley, pero también en otras direcciones dentro del terreno del bienestar. Cierto que habrán de corregirse errores y quizá cambiar algunos chips, pero el meollo del trabajo es común y su necesidad también.

¿No...?