Pues sí ya estamos del lado de acá de la Cumbre, el encuentro de los ocho países más industrializados, los once representantes de las economías emergentes más la Unión Europea y sus tres precipitados invitados de última hora: Holanda, la República Checa y España.

Como español, por supuesto, que me alegra nuestra presencia en el cónclave que se apresta a hacer frente a la crisis mundial, como ciudadano de a pie confieso mi optimismo y mi relativa seguridad de que saldremos de la crisis. Tomará tiempo. Esto es sólo el comienzo. Pero salimos de las hambrunas del siglo XIX y de la crisis del 29.

Pero algo me dice que no todos saldremos de "esta crisis".

Sucede que, precisamente, mientras se celebra la cumbre de Washington, como ironía de la sociedad de la información, nos enterábamos como de nuevo, el espanto se apoderaba del Congo. Desde 1994 en el Congo han perdido la vida más de cuatro millones de personas en una guerra fratricida que parece no tener fin. Una guerra africana más, dirá el lector escéptico y contemplará las desgarradoras fotos como un acontecimiento irremediable. Imágenes aterradoras, sí, pero que, por su persistencia, por su repetición, se diría que han fatigado la capacidad de estremecimiento de los lectores.

Esos "agujeros negros humanitarios" como los ha bautizado una funcionaria de Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios, se multiplican en África. Donde dice el Congo, escriba usted Somalia, Eritrea, el Chad...

Confrontado con esta crisis es cuando mi optimismo relativo ante las soluciones a las que nos conducirá la Cumbre de Washington se torna pesimista.

Estoy convencido de que los ocho países más industrializados, más la Unión Europea y los representantes de las economías emergentes sabrán encontrar las respuestas adecuadas para adelgazar primero y superar después la crisis económica que los atañe. Pero de lo que nadie me convencerá será de que encontrarán la solución a los padecimientos que devoran el continente africano.

Observe usted un mapanundi y en él la distribución de los países presentes en Washington. Se estremecerá al observar la soledad del Continente africano. Sólo en su extremo meridional, una mancha gris, destacará a Sudáfrica, la única nación africana que viajó a Washington.

Total sólo se trata de mil millones de ciudadanos. De condenados a una "crisis" sin fronteras ni esperanzas