A estas alturas, y por mucho que moleste a la Xunta y a sus trompeteros -que realizan un notable esfuerzo por convencer a todo el mundo de que hay respuesta y que se nota- no debe extrañar la creciente sensación de parálisis real que frente a la crisis, atenaza al Gobierno gallego. Y es que las medidas que anuncia o no se concretan, como las ayudas crediticias a familias y pymes, o no convencen a quienes han de practicarlas, que son las distintas entidades financieras.

Es verdad que el problema, como dijo el señor Pérez Touriño, es global y exige respuestas globales, pero como su señoría sabe tan bien como el que más, porque para eso es catedrático,, la globalidad no ha de entenderse sólo en un sentido espacial o económico, sino social y por eso cabe -y se debe- movilizar a quienes puedan aportar, desde los gobiernos regionales o locales hasta las estructuras sindicales o patronales, universitarias o profesionales de cualquier tipo.

Dicho de otro modo, y ante la dimensión del problema, es tiempo de tocar a rebato pero, además de recitar desde el balcón político y administrativo las palabras mágicas que nadie discute, también de ponerse manos a la obra y hacer en común lo que sea necesario. De ese modo se logrará dinamismo y, además, la confianza necesaria para que cada cual haga su parte en la tarea. Todo lo cual sería propio de Pero Grullo en cualquier otra parte pero aquí, por lo que se ve, cuesta todavía cierto trabajo de aplicar.

Eso aparte, hay que actuar con valor para afrontar lo que venga y decírselo a quienes han de padecerlo en primer lugar que son los ciudadanos. La política de paños calientes, que otros llaman del avestruz, no sólo es ineficaz para algo práctico a medio plazo, sino que a corto contribuye a exasperar los ánimos e incrementar el nivel de tensión, con el peligro de desórdenes que eso conlleva. El caso de "Nissan", en Barcelona, debiera ser un ejemplo de lo que se argumenta y de lo que no conviene.

En Galicia está sucediendo algo que recuerda en cierto modo al pórtico de aquello con el caso del Grupo PSA. A base de insistir en una tesis mientras se evidencia la contraria, a estas alturas no se sabe con exactitud si las perspectivas son las que de puertas afuera dice la dirección -que llegó a hablar hace poco de la recuperación de los niveles productivos durante el año que viene- o la que marcan las estadísticas: pérdidas graves de empleo, de actividad y de mercados. Y así no se va a ninguna parte.

Parece tiempo, pues, de que todo el mundo haga lo que debe en vez de decir lo que adormece; y, sobre todo, de exigir que se salga de la parálisis, cada cual desde su papel. Empezando por la propia Xunta en el que le toca, que alguno es: dentro de la globalidad, pero sin timidez ni excusas y por supuesto, con confianza. ¿Eh?