El gobierno municipal vigués ha presentado el balance de su primer año de mandato con una doble perspectiva. El alcalde, y la parte socialista, han hecho una valoración de sobresaliente. El teniente de alcalde, en representación del BNG, ha reconocido yerros, aunque califica la gestión de notable. Para la oposición del PP ha sido un año prácticamente perdido, cargado de grandes promesas y con nulos resultados.

La percepción de la opinión pública es que se cierra un año poco ilusionante. Los integrantes del bipartito municipal, que han calcado los esquemas de actuación de sus homónimos de la Xunta, que consisten en aparecer diferentes en cada parcela de competencia que ejercen, sea socialista, sea nacionalista, deberán mejorar en lo que resta de mandato.

Hasta ahora los ciudadanos han asistido escépticos al anuncio de grandes proyectos y a la abundancia de promesas, y echan en falta realizaciones. La vida ciudadana, la que marcan la limpieza y el estado de las calles y aceras, el número y calidad de los servicios urbanos, la mejora del tráfico, la disminución del ruido diurno y nocturno, el número de plazas de guarderías, el cuidado de los parques y jardines... no ha mejorado en relación al anterior mandato. Y, hasta ahora, no se han reformado más calles que las que dejó el PP.

Es cierto que el actual gobierno es de mayoría, a diferencia del que había presidido Corina Porro, y puede sacar adelante los asuntos sin necesidad de buscar en cada caso la abstención de la oposición.

Después de un año parece evidente que la coalición es sólida, ya que ninguno de sus líderes, el alcalde, Abel Caballero, y el teniente de alcalde, Santiago Domínguez, van a reincidir en el error del binomio Pérez Mariño y Pérez Castrillo, que concluyó en una moción de confianza y en la pérdida del gobierno. Los actuales mandatarios son políticos avezados que aprendieron de la experiencia de sus antecesores y saben resistir por encima de cualquier circunstancia. Lo que no es óbice para que, a lo largo de este año, hayan dado una imagen de desencuentros que ha decepcionado a los ciudadanos. La coalición de socialistas y nacionalistas, firme en los pactos suscritos, debe ofrecer una imagen de mejor sintonía, por más que cada partido mantenga sus estrategias. El vigués de a pie no comprende los constantes rifirrafes que surgen entre los socios, casi siempre por cuestiones baladíes.

Otra decepción es el apoyo de las Administraciones. Se ha presumido de que el concello vigués cuenta con la colaboración de los ejecutivos central y autonómico, por lo que no se comprenden los desaires. El más reciente es que Vigo ha quedado excluido del reparto de 40 millones de euros en ayudas para mejorar los barrios desatendidos. La ciudad había presentado un buen proyecto para mejorar Teis, una de las parroquias maltratadas, pero fue excluida, mientras se atendieron las peticiones de

A Coruña, Santiago, Lugo y Ferrol.

Fue innecesario el cisco que se organizó con la sustitución del delegado de Zona Franca. Economía impuso a la responsable en Galicia de la Agencia Tributaria, Teresa Pisano, lo que desató una reacción desmedida del alcalde. Aunque ha tenido la habilidad de hacer de la necesidad virtud, y decir que la designada es una "persona de excepcional valía". Lo deseable es que su nombramiento sea un acierto, y satisfactorio para la ciudad. Se verá pronto.

El Plan Xeral llega tarde y en tiempos de crisis. El proyecto estrella, la plaza de España, es polémico. Siempre lo ha sido. El Ayuntamiento no puede permitir, como se comenta, que se desarrolle en fases y que el centro de la ciudad quede colapsado por años, y ofrezca un pésimo efecto estético.

Los proyectos que se presentaron como ilusionantes no consiguen su objetivo porque no arrancan o porque están en estudio y ajuste por quien tiene que ejecutarlos. Por ejemplo, el proyecto Nouvel para la reforma del puerto.

El auditorio y palacio de congresos, que se construirá en el solar de Casa Mar, todavía no ha comenzado. Aunque parece superado el principal escollo: ajustar el proyecto al presupuesto del concurso.

La Ciudad del Mar también está en suspenso, porque la propietaria de la antigua ETEA es Zona Franca, y quien quiere imponer el modelo son Xunta y Concello. Es uno de los primeros interrogantes que debe despejar la nueva delegada, y que causó problemas a su antecesor.

La Universiada es un futurible que algunos desean vivamente y muchos temen porque podría ser una ruina.

Otra asignatura pendiente que debe superar la Alcaldía es la mejora de relaciones con las asociaciones de vecinos y otros colectivos, porque es imprescindible que exista diálogo entre instituciones y ciudadanos. Si en algún sitio está arraigado el movimiento vecinal es en Vigo.

Un año es poco tiempo para que el gobierno pueda lucirse, pero en los tres que quedan, sin abandonar los grandes proyectos, los ciudadanos verían bien que se atendiera más a lo cotidiano: la mejora del casco vello, la humanización de más calles, la limpieza, el control del ruido. Un Vigo más habitable que el que perciben los ciudadanos, y eso se hace día a día.