Comenzaré pidiendo perdón por pertenecer al gremio llamado "del ladrillo"... Me refiero a ese conjunto de profesionales, promotores, artesanos, técnicos, especialistas en diversos oficios que tratamos de vivir del noble ejercicio de la construcción de edificios que demanda la sociedad en el marco legítimo del libre mercado.

Y me excuso porque últimamente parece que este sector es el culpable de todos los males pasados, presentes y porvenir que afectan a nuestro país.

Una vez asumido que, efectivamente, soy reo culpable y confeso de tratar de trabajar en un sector criminalizado, bajo la lupa fiscal, salpicado por el barro de la corrupción e intervenido hasta el límite por los múltiples estratos gubernamentales, permítanme que diga algo.

Desde hace unos años, "los del ladrillo" venimos soportando un nivel de intervencionismo legislativo que parece afectar por igual al signo político de cualquier gobierno local, autonómico, nacional o europeo al que se le ocurra la idea feliz de sacar una nueva ley destinada a "mejorar" un sector siempre bajo sospecha y necesitado de reformas.

Cuando aún no no hemos recuperado del efecto del Código de la Edificación, ya tenemos encima la Ley del Hábitat Gallego... Sin poder tomar aliento, cada semana, vuela sobre nuestras cabezas un nuevo ladrillo en forma de ley, norma, ordenanza, circular... encargado de enturbiar y burocratizar alguno de los pocos sectores del proceso edificatorio todavía virgen de legislación/tocho.

Aquí no hay piedad. Cuando no es el aprovechamiento energético es la accesibilidad, cuando no es el tratamiento de residuos es la habitabilidad.

Todo vale.

Y mientras tanto, las nuevas losas legislativas se van superponiendo una tras otra sin que se dé tiempo simplemente a consolidar, a cimentar, a demostrar la validez empírica de lo aprobado.

Tengo la sensación que en la administración hay una nueva casta de técnicos/legisladores, aspirantes a Licurgo, instalados en Alfa Centauro y decididos a paralizar a cualquier precio el proceso constructivo normal de una sociedad moderna.

Hace pocos días salía, bastante deprimido, de una de esas charlas informativas con que nos regalan (previo pago de tasas) algunos de estos ilustres técnicos/legisladores y un viejo compañero de batallas que caminaba a mi lado repetía: "¡Qué fácil es legislar...! ¡Qué fácil es legislar....!" Yo añadiría: Y qué difícil es legislar con prudencia y realismo.

Pero no desesperemos, en pocos días todo puede cambiar. Este panorama aburrido, gris, burocrático, puede mágicamente transformarse en una fiesta hippy, un trip psicodélico que ríete tú del Sergeant Pepper´s... Si un milagro no lo impide en el último momento, la siempre vanguardista Consellería de Vivienda transformará nuestras vidas gracias a ese invento llamado Ley del Hábitat Gallego. Todo lo que se diga de ese texto es poco... Llevo semanas tratando de digerirlo y debo reconocer que tan sólo se me ocurren referencias a los mejores momentos de Edgar Alan Poe, en su vertiente de relatos de terror, por supuesto.

El juego que esta legislación va a dar a todos los implicados o simplemente interesados en "el mundo del ladrillo" es de tal magnitud que sólo cabe nuestro agradecimiento. ¡Cuánto regocijo nos depara este texto dadaísta! El pequeño inconveniente de que esta nueva Ley pueda ser la puntilla para uno de los pilares económicos de nuestra sociedad es un tema menor.

(Continuará... me temo)

*Instituto de Estudios Vigueses