"Menos mal que nos queda Portugal", sostenía hace casi un cuarto de siglo el grupo vigués Siniestro Total liderado por Julián Hernández, colega de letras en estas páginas. Pasados más de veinte años, aquella exitosa canción debiera titularse con mayor propiedad: "Menos mal que nos queda Extremadura".

Si entonces (y todavía hoy) era la república portuguesa el alivio a nuestras desdichas, ahora es Extremadura el referente al que los gallegos acudimos para obtener el triste consuelo de que hay otros reinos a los que todavía les va peor.

Confirma en efecto el Instituto Nacional de Estadística que los sueldos de los gallegos son los más bajos de la Península con una media de 15.621 euros anuales que sólo excede a los de Extremadura y Canarias. Muy lejos, en cualquier caso, de los 18.676 que por término medio cobran los trabajadores españoles; y a distancia sideral de los casi 23.000 que pueden ganarse en Madrid o de la nómina de 21.700 que se llevan a casa los asalariados vascos.

Infelizmente, no es esa la única señal indicadora de nuestro bajo grado de desarrollo. También ayer el Estudio General de Medios dio a conocer sus estadísticas sobre el uso de Internet en España, que sitúan a Galicia en el penúltimo lugar de la clasificación con un 33 por ciento de usuarios de la Red. No hará falta decir que el último puesto lo ocupa igualmente Extremadura, con un 24,4 por ciento del total de su población.

Curiosamente, vuelve a ser Madrid -fuente de todo mal- el territorio de la Península que encabeza la clasificación cibernética de España y el único que salva la barrera del 50 por ciento de ciudadanos enchufados a Internet.

Desde el punto de vista estadístico, el Madrid conservador sería en realidad la vanguardia del progresismo en lo tocante a sueldos y apertura a los nuevos medios de comunicación. Por contraste, los extremeños y andaluces -gentes de voto progresista- lideran paradójicamente el atraso en cuestiones tan vitales como la retribución salarial o el acceso a la Red.

Los gallegos, ni fu ni fa. Algún puesto hemos subido en la clasificación general de las autonomías durante el largo reinado de Don Manuel I, pero aun así seguimos estando a la cola en casi todos los indicadores de riqueza y bienestar de la Península. (Extrañamente, uno de los pocos renglones en los que superamos la media española es el que atañe a la lectura de periódicos: pero acaso esa sea una rareza tan exclusivamente nuestra como la lluvia o el marisco).

Sorprende, en cualquier caso, que un país capaz de alumbrar poderosas multinacionales del textil, de la pesca, de los componentes de automóvil y hasta de las antenas parabólicas como es Galicia siga en puestos de descenso dentro de la Liga española de los reinos autónomos. Más aún si se tiene en cuenta que el crecimiento de la producción bruta excede desde hace algunos años la media de España, según ha hecho notar con justificado orgullo el actual presidente de la Xunta.

Extraña también -aunque sólo sea una anécdota- que el premio internacional a la mejor bitácora de Internet en lengua española haya correspondido a una gallega, María Amelia López, que a sus 95 años consiguió un espectacular éxito de audiencia para el blog que escribe desde la remota Muxía. Se diría que el magro 33 por ciento de usuarios que la Red tiene en Galicia está compensado por el ingenio de los pocos vecinos del país capaces de dar el salto al siglo XXI.

Tal ha de ser, sin duda, una de las muchas paradojas que ofrece este país donde, al igual que en China, se ha producido el gran salto adelante en apenas un par de décadas.

Con los chinos, por cierto, compartimos los bajos salarios y el escaso grado de penetración en Internet. A diferencia de ellos, nos queda Extremadura para consolarnos cada vez que algún organismo oficial recuerda a los gallegos que su liga no es la de Galeusca sino la de los extremeños y andaluces. Y gracias.